El ataque terrorista perpetrado en las Ramblas de Barcelona el pasado mes de agosto fue atroz, tanto por las numerosas vidas de inocentes que segó como por la juventud de los asesinos.

Hay muchas formas de abordar el análisis de este fenómeno, que mezcla cuestiones tanto psicológicas, como sociológicas, políticas o educativas. Aquí aportaré una óptica menos estudiada: por qué los terroristas cuidan al máximo sus estrategias de comunicación y usan intensamente las redes sociales de Internet, tanto para organizar como para difundir sus bárbaros actos.

Para abordar el uso de los canales de comunicación por parte del terrorismo internacional basaré esta reflexión en lo que el teórico norteamericano Joseph S. Nye ha denominado "las cinco verdades sobre el terrorismo", sintetizadas a continuación.

Primera verdad: el terrorismo es una forma de trágico teatro. Es decir, necesita unos escenarios, unos actores, un relato, unos desenlaces. Los terroristas quieren copar los medios de forma brutal e intensa. Uno de los más grandes y mejores escenarios del siglo XXI son las redes sociales. De ahí que el Estado Islámico (ISIS) cuide tanto la puesta en escena de sus salvajes asesinatos, con métodos medievales: cada uno de sus bárbaros actos es escrupulosamente filmado y subido a Internet, con el objetivo de entrar emocionalmente en los intestinos del sistema a través de la capilaridad universal que proporciona la red de redes: Youtube, Twitter, Facebook, Instagram, Wassap, etc.

Segunda verdad: el terrorismo no es la mayor amenaza a la que se enfrentan los países avanzados. Con los datos en la mano, esa es la evidencia, ya que anualmente mueren muchísimas menos personas por actos terroristas que por accidentes de tráfico o por suicidio (un tema tabú, pero que tiene dimensiones de epidemia en las sociedades occidentales. En España, por ejemplo, se registraron 3.602 suicidios sólo en 2015, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística). Sin embargo, el impacto que los actos terroristas causa en los medios de comunicación es de tal magnitud que parece un problema de dimensiones titánicas. Y eso ocurre porque los terroristas saben perfectamente que la percepción de la realidad es siempre más importante que la realidad misma. Las redes sociales hacen omnipresentes las fotografías y los vídeos de los atentados. Así, magnifican la amenaza terrorista, incluso cuando los principales medios han dejado de tratarlos. Porque Internet es una imponente caja de resonancias que perpetúa imágenes y sonidos.

Tercera verdad: el terrorismo global no es nuevo. Llevamos más de un siglo conviviendo con él, desde que la universalización del transporte y la globalización de los medios de comunicación (radio y televisión, fundamentalmente) permitieron impactar en un lugar, con conocimiento mundial. Quizás lo más novedoso de los extremistas del yihadismo actual es su organización: no hay un poder central, sino que operan en forma de redes con múltiples nodos. Nodos y redes que hay que organizar y coordinar. Y qué forma más rápida, barata y accesible para coordinar que las redes sociales. Por ese motivo, los smartphones y las tablets son hoy parte imprescindible del material de todo terrorista. Y muy especialmente entre los jóvenes, esa franja de la población más susceptible de ser captada por la propaganda asesina.

Cuarta verdad: la manera en la que se responde al yihadismo repercute enormemente, también, tanto en los medios de comunicación convencionales como en las redes sociales. Nunca olvidemos que las palabras son la antesala de la acción. De ahí que sea fundamental cuidar los discursos y las políticas de comunicación de respuesta política, civil, militar y policial ante los ataques terroristas. Se trata de combatir firmemente al terrorismo, pero sin alimentar la espiral de odio y de belicosidad que persiguen incrementar los asesinos.

Quinta verdad: el terrorismo es un problema serio y su combate debe ser una prioridad. Pero la ofensiva no debe ser sólo militar o policial. Es necesario tomar conciencia de que la realidad social y política siempre es construida a través de la información que recibimos los ciudadanos. Por eso, si queremos erigir un relato que no deje dudas sobre la aceptación del mundo musulmán, pero de rechazo al terrorismo yihadista, debemos esmerarnos en la comunicación pública. Y muy especialmente en aquella que se realiza a través de Internet.

Las estrategias de comunicación en redes sociales de los Estados democráticos deberán ser, por lo tanto, potentes armas de lucha frente a la propaganda terrorista. La batalla, en consecuencia, es por tierra, por mar, por aire, y, sin duda alguna, también por Internet.