Resulta que tenemos unos representantes políticos que, no se sabe si por influencia de un extraño virus o de una maléfica influencia, se preocupan más de lo de los demás que de lo propio, de lo lejano que de lo próximo, de lo que es responsabilidad de otros que de lo que deberían resolver ellos, y así nos va. Y es que parecen tener miedo de ser juzgados por su trabajo, de manera que, para tratar de evitarlo, prefieren dedicarse a temas exóticos, o exotéricos si hace falta, ya que, al no sentirlos de cerca, por ser competencia de otros, les resulta más fácil poder engañarnos. Porque saben que a los ciudadanos nos resulta más sencillo opinar sobre lo que nos afecta directamente que lo que sucede o preocupa en otra parte. Lo que ocurre es que, aunque se esfuercen en intentar ocultárnoslo, viene a resultar que los problemas son tan claros, obvios y sangrantes, que de nada les sirve hablar del sexo de los ángeles, del problema catalán, o de Radio Televisión Española, porque el que más y el que menos sabe lo que pasa en su casa, en su calle y en la plaza de al lado, ya que, en mayor o menor grado, los está padeciendo de manera sacrificada, aguantando mecha, como se decía hace años.

Así, por ejemplo, mientras vemos como Zamora se desangra material y económicamente, nuestros representantes se limitan a apretar el botón en el Congreso, o a pasar el rato en el Senado, decidiendo, con su voto, temas ajenos a esta provincia. Así van pasando las legislaturas, sin sacar el tema que debería preocuparles, sin hacer el menor gesto para hacer ver que cada día estamos más cerca de tener que decir aquello de "el último en salir que apague la luz", si es que queda alguno para poder hacerlo, porque lo de "maricón el último" ya se dijo hace muchos años. Mientras tanto, el actual alcalde, el único en España que milita en el Partido Comunista y que ha plantado cara a la sumisión a Podemos, no aprovecha tal singularidad para salir en los medios de comunicación nacionales denunciando la agónica situación por la que atraviesa la ciudad que gobierna y dirige.

En otras ciudades, aunque su situación no sea idéntica a la nuestra, los políticos locales también gustan meterse en asuntos que no son de su incumbencia, en temas que solo les preocupan a unos cuantos, más que nada para salir en los periódicos, dejando en el olvido aquellos que preocupan a la mayoría. Pero claro, es menos arriesgado no hablar de lo propio, porque de hacerlo, de nada les serviría decir que funcionan bien los semáforos si la gente, cuando cruza la calle, los encuentra averiados.

Así, en Madrid, el Ayuntamiento se parte el culo por celebrar actos en favor del independentismo catalán, olvidándose que no hace tanto tiempo aquellos "mártires" del noreste les tildaron de ladrones, utilizando aquel eslogan de "Madrid nos roba" o "los españoles nos roban", que para algunos parece ser una misma cosa. Les preocupa más que los de la barretina sean independientes, que los madrileños lleguen a mejorar su nivel de vida. Y es porque de lo primero nadie les va a pedir cuentas, pero de lo segundo, tendrán que responder en las siguientes elecciones municipales.

Si usted prueba a darse un garbeo por el Madrid de los Austrias, tendrá que soportar el tufo asqueroso y el olor a fritanga que sale de los bares, por cualquier parte menos por las chimeneas de extracción de humo; verán las paredes llenas de pintadas, los suelos cubiertos de plásticos y papeles, los rincones con olor a orines. Lo que parecía imposible, cual era empeorar la gestión de la alcaldesa Botella, lo está consiguiendo la alcaldesa Carmena sin despeinarse. Si se dan ustedes una vuelta por El Retiro, el parque de Madrid por antonomasia, observarán que las praderas se encuentran agostadas, los caminos y senderos cubiertos de tierras y restos de materiales, ajenos a lo que debería ser ese lugar que siempre rayó en la excelencia, aunque eso sí, disponen de tiempo y presupuesto para crear comisiones que cambien el nombre de las calles. Pero todo ello no es óbice para que, tanto en el ayuntamiento como en las juntas de distrito, se cuelguen enormes carteles con el eslogan de "Refugees welcome", o se defiendan los escraches, o se amparen las ocupaciones ilegales de viviendas y edificios, asuntos que deben ser resueltos por el Gobierno.

Ese batiburrillo de actuaciones, anti todo y anti nada, no contribuyen, precisamente, a arreglar las aceras, ni los semáforos, ni los parques y jardines, como tampoco a mejorar la asistencia a las personas dependientes, ni a mejorar el problema de la contaminación, pero si sirven para que se hable de ello y se olvide la gente de lo que verdaderamente les preocupa cada día.

Por si alguien le quedara alguna duda, bastaría con que se repasase la actuación de los senadores y diputados de esta provincia, para comprobar si alguno de ellos, alguna vez, a lo largo de las diferentes legislaturas, ha sido capaz de llevar a las cámaras de decisión, la desaparición galopante de la provincia de Zamora, aunque eso sí, alguno o alguna de sus señorías, quizás haya podido hablar de Venezuela, o del Peñón de Gibraltar, por poner por caso.