Desde que nos dejara el pasado agosto, el recuerdo de Ángel Antón Chillón, lejos de languidecer, se agiganta en el recuerdo de cuantos le conocimos, tratamos y quisimos. Nada digo de lo mucho que Tere, su querida esposa, le añora en ese día a día vacío y a la vez lleno al que se enfrenta de la mano de sus hijos Ángel y Esther, Manuel y Ana. Ahora que la polémica sobre la nomenclatura de las calles está de nuevo servida, los responsables municipales lo tienen bien fácil. No tienen porqué devanarse la sesera.

Un zamorano ejemplar, amigo de todos y enemigo de nadie, empresario de pura cepa, histórico militante socialista, amante esposo, padre y abuelo, persona querida de corazón por todos, a izquierda y derecha, puede muy bien formar parte del callejero de esta Zamora que recorría a diario desde su hogar a su empresa y cada tarde junto a Tere, disfrutando del paisaje urbano pero sobre todo del paisanaje. Porque todo el mundo se paraba a conversar con don Ángel. Tenía ese don. Atraía con la palabra que era de ley, de señor y de auténtico caballero. Eso nadie lo pone en duda.

No estaría de más que Zamora agradeciese a sus hijos más cercanos, la labor realizada en pro de la cultura, del deporte, del comercio, de todo aquello en lo que hayan sobresalido. Me suena muy bien eso de: "Calle de don Angel Antón Chillón". Me suena muy bien a mí, pero es que le suena muy bien a cientos de zamoranos con los que he tenido la oportunidad de hablar en este sentido.

A los luchadores, a las personas vindicativas, a los que mantuvieron su fe en Zamora, sus posibilidades y sus gentes por fuertes que soplaran ciertos vientos, hay que reconocérselo públicamente. Hay que saber decir gracias a tiempo. En España siempre es a título póstumo, pero es que en Zamora, ni eso. Sólo de vez en cuando, a alguien se le enciende la lamparilla y se obra en consecuencia, pero muy de tarde en tarde.

Igual que digo que retirar del nomenclátor el nombre de Carlos Pinilla es un error, con la misma fuerza digo que es un acierto dedicarle una calle a don Ángel Antón, a este ilustre zamorano de porte, yo diría que majestuoso, con quien siempre constituía un placer encontrarse sólo por el hecho de su sonrisa y de poder pegar la hebra con un hombre inteligente, con un sabio de nuestro tiempo.

Tengo para mí, que el de don Ángel es un nombre de consenso, que nadie pondría una sola pega a la idea de bautizar una calle, nueva o vieja, con el nombre de este buen zamorano.

No estaría de más que el Ayuntamiento se tomara en serio esta posibilidad. Ya que la ley obliga a cambiar ciertas calles, que sea la ley de la amistad y el reconocimiento, una ley no escrita, la que haga justicia con este zamorano querido por todos, don Angel Antón Chillón.