Hace unas semanas tuvo lugar en Jackson Hole la reunión anual que mantienen los responsables de los bancos centrales -la Reserva Federal de los Estados Unidos, el Banco Central Europeo y sus equivalentes a cargo de las demás divisas- con el fin declarado de entender por qué la economía mundial no responde como los expertos creen que debería hacerlo. Si tenemos en cuenta el chiste que define a los gurús de la ciencia económica como aquellos especialistas que son capaces de explicar en detalle por qué tuvieron lugar las crisis pasadas y lo ignoran todo respecto de las futuras, cabe pensar que no saldrá de Jackson Hole aclaración digna de tal nombre. De hecho, no hemos vuelto a tener ninguna noticia de acerca de lo que han hablado y decidido allí los responsables del manejo de las finanzas mundiales, salvo algún que otro comentario publicado sólo en la prensa especializada diciendo que no hay novedad alguna que reseñar.

Pocos ciudadanos se inquietarán ante la ausencia de pistas sobre la forma como los bancos que manejan las distintas monedas van a abordar el reto de una prosperidad que no vuelve. No sabemos por qué, pese a las estrategias mantenidas por la señora Yellen desde la Reserva Federal y por el señor Draghi desde el Banco Central Europeo, las economías de los Estados Unidos y de la Unión Europea no responden. Por más que nos lo expliquen, tampoco lo entenderemos porque lo que cuentan son las sensaciones familiares y éstas siguen en estado de alarma permanente. Entre la macroeconomía que mueve continentes y la cuenta de la vieja que maneja las finanzas familiares hay un agujero inmenso y muy pocas convicciones acerca de que esté lleno de otra cosa que no sea materia oscura. Leer las cifras de descenso del paro o del crecimiento económico que hay en España nos causan tanta reacción como al enterarnos de que se ha descubierto un planeta en otra galaxia que podría tener agua en estado líquido. Porque lo que cuenta es si uno tiene un trabajo y un sueldo digno, cosa cada vez más improbable.

Leer que tampoco los reunidos en Jackson Hole saben por qué sucede lo que sucede, y que por eso piensan que es mejor seguir con las medidas actuales, lleva a que cunda la sensación de que la alarma está más que justificada. Pero cuando se añade la noticia de que el presidente Trump se enfurece porque las autoridades monetarias estadounidenses no comulgan con su idea de llevar a cabo una desregulación financiera y un calentamiento con tipos de interés más altos, entonces el pánico crece. A principios del año próximo Trump decidirá si mantiene a Yanet Yellen en su cargo o la relevará al frente de la Reserva Federal. Habida cuenta de cómo termina, de momento, todo lo que el inquilino de la Casa Blanca promueve, hay para tentarse las carnes. No vaya a ser que en el fondo sea verdad que la macroeconomía influye en nuestra paga de fin de mes.