No es ninguna novedad, porque por desgracia siempre ha sido así, con la juventud de Zamora teniendo que emigrar en busca de trabajo a otros lugares. Pero los datos que al respecto ha registrado el primer trimestre del año son demoledores, pues fueron más de 3.000 los paisanos que firmaron contratos laborales fuera de la provincia, una cifra que supera con bastante los picos más duros de una crisis que evidentemente no se ha superado del todo como se afirma desde el Gobierno. De la calidad de tales contrataciones ni se cuenta, pero ya se sabe que el 90 por ciento de ellas en España son temporales y en precarias condiciones. Eso sí, en las estadísticas supone un descenso del paro tanto en Zamora, como en la región, como en el país en conjunto, lo que bien está por cuanto algo es mejor que nada.

Naturalmente, estas salidas en busca de empleo, significan igualmente el incremento constante de la despoblación, que no cesa. Por supuesto que esos trabajos hallados fuera no significan que se abandone la residencia y el censo en la provincia, pues muchas veces los desplazamientos son semanales, incluso diarios en casos de cercanía, salvo en aquellas ocasiones en las que que el puesto laboral conseguido sea muy definitivo. Claro que lo mismo que unos se van, otros vienen, aunque la inmigración haya descendido mucho, pero aun así el balance es claramente negativo. Lo que pasa es que no les queda otro remedio. Sin apenas industria, con la agricultura y ganadería bajo mínimos, con la construcción al ralentí, solo queda el sector servicios, con la hostelería en cabeza.

La Junta de Castilla y León, por lo demás, sigue mostrándose incapaz de frenar una despoblación que se remonta a más de un siglo, de una u otra forma, y unos u otros destinos. De vez en cuando sus gobernantes asoman la cabeza, anuncian planes y proyectos, y luego todo queda en nada. Tampoco es la única autonomía con estos graves problemas encima, pero eso no es un consuelo. Con un presidente, Herrera, ya desencantado y cansado que solo espera el relevo, y con escándalos de corrupción en los tribunales, las expectativas no pueden ser muchas. Y menos para Zamora, pese al Zamora 10 esperando el maná y unas autoridades que se limitan a capear el temporal como pueden, con más voluntad que poderes y competencias. La situación es vieja pero la deuda histórica que la comunidad tiene con esta provincia no se acaba de pagar nunca y todo queda en palabras y gestos de lenta ejecución.

Una deuda que, por otra parte, el Gobierno del PP mantiene con toda la región, siempre en segundo plano, casi olvidada en sus reivindicaciones, pese a ser, desde siempre el granero de los votos de la derecha. Y no solo en el aspecto material, sino ideológico, pues esos votos fielmente conservadores no tienen apenas compensación con un partido que suele hacer todo lo contrario de lo que promete, y no solo incumpliendo sus palabras, como ocurrió con la subida de impuestos o la congelación de las pensiones, sino desaprovechando la ocasión que tuvo con su mayoría absoluta para haber acabado con leyes que son rechazadas mayoritariamente por una población envejecida pero que mantiene su dignidad.