Personalmente, siempre me ha llamado la atención (y aún me pasa) el afán de muchos curas, monjas, catequistas y tanta gente de la Iglesia por hacer que los jóvenes vayamos a la Iglesia y no perdamos el contacto con ella. Son muchas las catequesis, encuentros de jóvenes, campamentos, colegios... a los que la Iglesia destina dinero, tiempo y personas. Y yo me pregunto: ¿por qué? En el pasado puedo encontrarle sentido, ya que no había tantas posibilidades o tantas instituciones como ahora, pero ¿hoy día? Otros organismos y personas ofrecen actividades para jóvenes, véase ayuntamientos, asociaciones civiles y otras muchas que probablemente lo hagan con más dinero y más posibilidades y a lo mejor hasta mejor, pero ¿por qué la Iglesia sigue empeñada?

La Iglesia sigue empeñada y preocupada por los jóvenes porque tiene un mensaje diferente a esas meras instituciones, que responde a lo que toda persona quiere en su vida, y que los jóvenes de hoy también queremos: una vida feliz, auténtica y verdadera. Ese mensaje es el Evangelio de Jesús, adaptado a cada época y persona (que no recortado) que hace feliz al ser humano y le permite ser él mismo sin recortarle su libertad (lo más preciado de las personas). Esta preocupación por los jóvenes tiene que ver también con el tiempo libre y por supuesto con las vacaciones, y para ello se hacen campamentos y actividades con niños y jóvenes, no solo para entretener (que también), sino para hacerles llegar el mensaje de Jesús moviendo tanto el pensamiento (educando y trasmitiendo valores cristianos) como el corazón (los afectos).

En definitiva, lo que el cristianismo y la Iglesia ofrece a los jóvenes es desarrollarse plenamente, no excluyendo ninguna de las dimensiones del hombre: lo afectivo, lo trascendente, lo que forma parte de todo su desarrollo intelectual. De esta manera, el joven del futuro (y del presente) es capaz de desenvolverse en el ambiente en el que está porque su mensaje hace bien a las personas. Está claro que cuanto mejor formado este uno, mejor podrá vivir el presente y el futuro, a veces incierto.

Para terminar, cito una homilía que escuché este año mientras hacía el Camino de Santiago con un grupo de jóvenes de Pastoral Juvenil de Zamora, que decía más o menos así: "yo no sé si Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez o Albert Rivera piensan en los jóvenes, lo que sí sé es que Jesús sí lo hace, se preocupa por cada uno de vosotros y os ofrece una cosa: ser felices". Los jóvenes valemos mucho y la Iglesia cuenta con nosotros.