Volvió Rajoy al Congreso para dar explicaciones sobre el caso Gurtell y la corrupción del PP, y no las dio. Ni una. Tiene experiencia en escurrir el bulto. Antes, había intentado no comparecer pero su aliado vasco, el PNV, que le apoya cuando le interesa y siempre a un carísimo precio, utilizó el asunto como coartada y le obligó a asistir. Pero el presidente, perro viejo, es que ni mencionó la palabra Gurtell, ni Correa, ni Bárcenas, como si no existiesen y nada hubiese pasado. Rajoy, en cambio, dijo que con lo que con la tragedia terrorista de Cataluña encima, y con la unidad de España en peligro, no se comprendía ponerse ahora a tratar casos de corrupción de hace muchos años. Tiene razón, pero es que una cosa no excluye la otra y precisamente la corrupción tiene mucha parte de culpa en el intento independentista de Cataluña, llegando ya a sus últimas consecuencias. Pero tampoco aclaró nada más.

Claro que aunque el presidente omitiese ladinamente todo lo del caso Gurtell y la financiación del PP, los líderes de la oposición lo sacaron enseguida a relucir, como cabía esperar. La portavoz del PSOE en el Pleno, Margarita Robles le acusó de ser un político bajo sospecha y le instó, con ingenuidad, a presentar su dimisión, como di en este país dimitiese alguien importante. Por supuesto que en cualquier otro lugar hace tiempo que se hubiese visto obligado a dimitir, pero ya se sabe que España es diferente. A la dirigente socialista la contestó Rajoy de mala manera, recordando como no hace tanto hicieran los de Podemos, y sin venir a cuento alguno, los casos de Lasa y Zabala cuando gobernaba el PSOE en tiempos de Felipe González. Muy duro también estuvo Pablo Iglesias que acusó al presidente, entre otras cosas, de hacer recibido dinero en negro de Bárcenas. Naturalmente, fue contestado con los dineros que recibió su partido de Venezuela, una réplica no muy oportuna cuando se acaba de saber que las cuentas de Gurtell en Suiza servían también para sacar capitales del país caribeño. Los de C´s, por su parte, pidieron la supresión de los aforamientos y de los indultos para luchar contra la corrupción, a la par que anunciaban que iban a insistir en la limitación temporal de los cargos públicos, aunque todo ello sonaba demasiado a los habituales fuegos de artificio de Albert Rivera, mucho ruido y pocas nueces. Y ahí vino a quedar todo, más o menos lo que se esperaba.Empate a nada. La imagen de Rajoy fue pobre, jugando siempre a la defensiva aunque de vez en cuando se soltase algún contraataque de escasos resultados. Pero es que otro tanto puede decirse de la oposición, limitándose sus portavoces a la reiteración de tantas cuestiones no aclaradas nunca en cuanto a la corrupción y que solo se aclararán, si acaso, judicialmente.

Y una anécdota, aunque es algo más. Mientras las cadenas de TV transmitían el Pleno, también lo hacia la televisión gubernamental, o sea TVE. Colocó entero el discurso de Rajoy, faltaría más, luego interrumpió la intervención de la representante del PSOE y cuando le tocaba el turno a Iglesias no se anduvo por las ramas y cortó la transmisión para dar en directo la tomatada de Buñol, más entretenida la emisión, sin duda, pero que dejó ver otra vez la cínica manipulación del medio público.