Anda, para que luego hablen mal de los comunistas y nos cuenten que son ateos, atípicos, anticonvencionales y no sé cuántas cosas más. Falso, todo falso. Todo, leyendas urbanas tejidas por la derecha. Para muestra un botón, el único al que, de momento, se ha dado la máxima difusión. Ese botón tiene nombres y apellidos. Se llama Alberto Carlos Garzón Espinosa. Por cierto, tiene nombre de héroe de culebrón venezolano. Garzón, secretario federal de Izquierda Unida se ha casado como Dios manda. Siguiendo los cánones de la derecha más rancia. Eso sí, por lo civil.

Nada de pana, tergales de baja calidad, en mangas de camisa o con guayabera. Ya ni los Castro lucen de ese jaez. Alberto Garzón no hubiera pasado desapercibido en boda alguna, ni en la de cualquier Windsor, ni en la boda de la hija de Aznar, ni siquiera en la de los nietos de Franco o de cualquier otro miembro de la beautiful people o de la jet set. Sólo que la jet set sufre el' jet lag' de la crisis y no están en los últimos tiempos para portadas y reportajes.

El secretario federal de Izquierda Unida se ha casado de chaqué. De chaqué tres cuartos, he ahí la diferencia para no pasar desapercibido, pero chaqué, al fin y al cabo. Al más puro estilo derecha de toda la vida pero con matices. Dicen que todo se pega menos la hermosura y algo de cierto de haber. Una vez que te quitas la caspa y te codeas con la casta puede pasar lo que el pasado sábado tuvimos oportunidad de disfrutar gracias a tanta cámara indiscreta como captó el momento feliz. Hay que decir que la novia lucía radiante y preciosa. Y que el novio, con su chaqué tres cuartos estaba, como poco, diferente. Tenía una alegría que contrasta con la cara de pocos amigos que suele tener y poner en el Congreso de los Diputados. Garzón está más guapo con este tipo de prendas que cuando va descamisado. En la boda no faltó detalle. El cubierto, carísimo, como corresponde a la boda del líder.

Viendo las fotos y sin conocer a Garzón, si alguien me dice que se trata de la boda de un destacado miembro del PP o de Ciudadanos, quiero recordar la reciente y fastuosa boda de la escritora y política de la formación naranja, Marta Rivera de la Cruz con Marcial Martelo de la Maza, marqués de Almeiras, me lo hubiera creído a pies juntillas. Eso sí, los invitados fueron de lo más variopinto, en las fotos que se han publicado por doquier se pueden ver estilismos para todos los gustos. Corbatas, pajaritas, trajes, camisas desabotonadas, por cierto un invitado lucía una camisa roja pasión, no sé si de Pasionaria, impresionante. Ellas de corto, de largo, informales, formales, con sandalias playeras, con zapatos de tafilete, tocadas, destocadas y que nadie me malinterprete, me refiero al tocado que se luce en la cabeza, el que quiera pensar mal, allá él.

Lo cierto y verdad es que Alberto Garzón ha entrado por la puerta del matrimonio en el ámbito de la casta. Y lo ha hecho a lo grande. Ha hecho bien. Un día es un día. Sólo cabe pedirle que esa felicidad que irradiaba, esa sonrisa en Garzón desconocida, se prolongue durante el curso político que le aguarda tras la luna de miel y que abandone de una vez por todas ese gesto de eterno enfadado, de eterno descontento con que nos obsequia en el día a día. Tras quince años de noviazgo, Alberto Garzón se ha casado. Y lo ha hecho como Dios manda.