La andaluza que no entregó a sus hijos al marido italiano del cual se había separado por malos tratos compareció al fin en un juzgado de Granada, tras una orden de búsqueda y detención. Se aprovechó de que la magistrada que instruye el caso estaba de vacaciones y la mujer se presentó ante el juez de guardia, que la dejó en libertad, pero sin dictaminar nada respecto a los menores que siguen escondidos por la madre. No valió de mucho la treta porque la titular del juzgado ha ordenado la entrega de los menores al padre este lunes. La idea de la oportunista comparecencia había sido, según se ha contado, de su asesora jurídica, una feminista radical con sueldo público que ni siquiera es abogada y a la que la mayoría culpa de asesorar equivocadamente. A la espera de lo que suceda con este triste culebrón del verano, lo seguro es que los más perjudicados son los niños. Como siempre y en todos los casos.

Porque pese a tanto como se habla y se legisla sobre la protección de menores en todo el mundo siguen siendo víctimas inocentes, las más inocentes, y las más víctimas. Y no solo, claro, en divorcios, separaciones, violencia de género y demás ramificaciones del asunto. La Union Europea, en un reciente informe, denuncia que hay 24 millones de niños y adolescentes que sufren o han sufrido en algún momento acoso escolar, bullying o ciberbullying como se suele denominar ahora a una lacra que ha existido siempre. Y entre los países que mayor número de casos registran se encuentra España, sin que las medidas tomadas hasta la fecha parezcan haber ofrecido resultados positivos.

El Gobierno ha aprobado recientemente un plan de lucha contra el acoso escolar, con intención de ponerlo en marcha este curso que en cuestión de semanas va a iniciarse. La principal iniciativa consiste, en teoría, en obligar a cada centro escolar a contar con un jefe expreso de convivencia, un profesor formado específicamente para tal responsabilidad. Pues el bullying se desarrolla principalmente en las aulas, en los recreos, en los pasillos del centro, en las entradas y salidas del colegio. Aunque luego pueda extenderse a las casas a través de los mensajes de móvil, el nuevo recurso de este matonismo incipiente que es obligación de la sociedad cortar de raíz. Pero habrá que ver si este curso se cuenta ya con el nuevo cargo. En algunos colegios, el año pasado, se crearon por parte de los propios alumnos lo que dieron en llamar Club de Valientes para defender a los acosados.

Y es que aunque se cuenta desde hace un par de años con un teléfono al que recurrir los propios alumnos o los padres, aparte de ponerse en contacto con el centro, o denunciarlo ante la policía o guardia civil si es necesario, lo cierto es que según los datos el bullying no cesa pues las llamadas superan muy de largo el millar anual. Los datos son elocuentes: uno de cada diez menores, ellas y ellos, sufre maltrato: insultos, golpes, burlas?, por parte de sus compañeros y lo que es más grave: uno de cada tres reconoce haber agredido a otro. Ya hay sentencias judiciales condenando a padres de acosadores. Lo trágico es que continúa habiendo casos de suicidios de menores que no pueden soportar la situación.