Otro de los miedos que provoca el terrorismo, pero este entre la clase política dominante, es el temor a los populismos que también pueden ser de derechas y tan iconoclastas como los de izquierda. La curiosa aparición de Nosotros, un pequeño partido conservador aún no presentado oficialmente y surgido en Cataluña por iniciativa de un edil expulsado del PP por declarar que Colau, la atípica alcaldesa de Barcelona debería irse a fregar suelos, vuelve a llamar la atención por cuanto pone de relieve nuevamente la ausencia real en España de opciones radicales del otro lado con peso específico, y que a la hora de la verdad, de las votaciones, no sea más que una mera anécdota. Y eso cuando en Estados Unidos, Trump se lleva las elecciones de calle y se convierte en presidente del país más poderoso del mundo y en la vieja y caduca Europa surgen y ocupan espacios importantes en el espectro parlamentario las alternativas de derecha pura y dura que van más allá de las expectativas que habían despertado.

Aquí, en España, se dice que ese hueco, tan ancho y tan largo, ya le ocupa el PP, no en su totalidad, pero si en gran parte, pues en último caso los residuos del régimen franquista, 40 años después siguen encontrando en el partido de Rajoy su nicho más cómodo y con mayores posibilidades. No se puede olvidar en los tiempos de la transición la presencia de las huestes decididamente derechistas de Fraga ni su mala conciencia que luego les haría girar hacia el centro derecha que con oportuno criterio empezó a vender Aznar al hacerse cargo de un partido, la antigua Alianza Popular que nunca acabó de arrancar. Pero que mantuvo sus raíces, aun presentes, más como reliquias consultivas que otra cosa, como quedó demostrado con esa mayoría de Rajoy de 2011 que sin embargo no aprovechó para derogar las leyes del nefasto Zapatero que tanto indignaron e indignan a una parte importante del votantes del PP, que prodigó las purgas en el seno del partido, inclinándolo mas hacia el centro.

La cuestión, en tal tesitura, es si pudiera haber espacio político todavía para la extrema derecha, pues no solo está el nuevo grupo, al que ya desde el ángulo opuesto, la extrema izquierda, se viene a describir como machista, antifeminista, homófobo y xenófobo, con hincapié en el rechazo a la inmigración. Están también numerosos grupos falangistas, pues la derecha siempre ha estado tan desunida como la izquierda, los restos de aquella Fuerza Nueva que consiguió sentarse en el Congreso, y está también, principalmente, como líder del movimiento, Vox, una rama cercenada del PP vasco, con ideas claras, algunas tan interesantes como evitar la ruina del país y el paisanaje cargándose las autonomías y volviendo al centralismo del Estado, pero que desde su nacimiento se ha encontrado boicoteado por los poderes económicos, alentados desde un PP que tiene miedo a todo lo que se mueve y ya tiene bastante con el populismo de Podemos y la actitud inquietante del PSOE. Muy poco probable parece que en bastante tiempo pueda surgir una extrema derecha con medios y recursos, articulada a nivel nacional. A no ser que se produjera un cataclismo político. Como que Cataluña se independizara.