Lo narrado es verídico y estoy seguro que cambiando los nombres de pueblos y personas, se repite en muchas partes. Obvio y bueno. Y por eso merece contarse sabiendo que con su narración expresamos unos hechos que se repiten y que por tanto merece se reflexione sobre los mismos. Esta normalidad relumbra mucha virtud, ejemplaridad, honradez, modos de vida muy dignos. Me hizo mucha gracia y me detuve un buen rato a contemplar la escena. Una familia entera: los abuelos, ya mayorcicos, el hijo con su mujer Reyes , traída además de la capital (un día tendrá que explicar en cursos prematrimoniales José Andrés , cómo se puede enamorar tanto a una capitalina, para traerla a un pueblo y que se convierta en labradora), y sus tres hijos de 13,10 y ocho años. La pequeña Lucía tapaba las patatas con todo su cuerpo. Era como jugar con la tierra, pero sin limitaciones de manchar la plaza. Jugaba con la tierra, tapando patatas. Y todos contentos. He vuelto a pasar por aquel camino verde, donde ya la tierra ofrece abundantes ramas de patatas. El trabajo ha merecido la pena. Pronto vendrá la recolección y cantarán de alegría.Y en familia , más aún. Todos juntos sabiendo de sudores y afectos. No hay peligros de malas compañías, ni de malas palabras , ni de wahsas indeseados. Me sorprende agradablemente ver a Amadorín, que es padre de una niña de tres meses, montado en su tractor, con sus perros , ir a llevar forrajes para sus ganados o arreglar un tejado . Y alegre. E invierte en comprar nuevas fincas si salen a la venta. No piensa que en los pueblos no se puede vivir. La presencia de sus experimentados padres es siempre una ayuda para hacer las cosas mejor. La mirada se expansiona cuando se contemplan nuevas construcciones para el ganadero con más vacas sayaguesas, Julio Pordomingo. Hace falta ilusión para, primero construir una nave bien moderna para los ganados y luego su vivienda que pronto habitará con su nueva compañera. Pero no solo hablemos de varones. Con verdadera sensibilidad de mujer emprendedora podemos cruzarnos con Emelina , pilotando su tractor, sembrando sus fincas y atendiendo sus ganados. Mujer trabajadora a la que el paro le asustaría. Mujer alegre que también encuentra sus ratos para divertirse y tiempo para atender a sus padres ya mayoricos. No es raro cruzarse con una pareja que van , como la soga y el caldero, siempre junticos en su tractor, para atender sus ganados. No les falta tiempo a Jesús y Nelita para tomarse unas cañas en el Corralito o el bar de la piscina o marcarse unos bailes hasta las tantas de la madrugada cuando llegan las fiestas en el pueblo o en los aledaños. Me emociona y ejemplarizar la actitud de estas gentes trabajadoras, honradas, que dejan sus cosas para acompañar a sus vecinos, aunque no vivan ya en el pueblo , hasta el camposanto. En silencio van y en silencio vuelven, compartiendo dolor y esperanzas. En verdad que a veces pienso si no se habrá exagerado en la dureza de la vida de los ganaderos y agricultores, que la tiene, asustando a las nuevas generaciones que han soñado principalmente con una oficina en la capital. Pero esa libertad de horarios, ese vivir también en el cariño de los animales, tiene su valor y mérito. Hay que ver cómo les conocen sus vacas, sus perros, sus gallinas. Y su miradas de ternura. Disfrutan viendo mamar sus terneros, engordar sus reses, siendo obedecidos por sus canes, viendo crecer los frutos del campo que han sembrado, participar toda la familia en las faenas de las tierras. Tal vez en las escuelas se podrían rememorar poetas que cantaron las tierras, al labriego, como Gabriel y Galán y que han desparecido de los modernos libros de texto. Tal vez ayudarían a dar otra visión del terruño, pues también la tiene. Tal vez alguien piense, miradas y consejos de un turista que no sabe nada del campo. No dudo en pensar que sigue siendo una actividad muy sacrificada, pero ya no es lo que era y que también conocí. Transcribo algunas de las letras del poeta que aunque inspiradas en Extremadura y Salamanca, bien pudiera haber querido reflejar también la vida de nuestra Zamora.

He dormido esta noche en el monte con el niño que cuida mis vacas. Una noche solemne de junio, una noche de junio muy clara... Los valles dormían,l os búhos cantaban, sonaba un cencerro; rumiaban las vacas...,y una luna de luz amorosa, presidiendo la atmósfera diáfana, inundaba los cielos tranquilos de dulzuras sedantes y cálidas.

¡Qué noches, Para hacerse de acero los cuerpos!¡Para hacerse de oro las almas! Qué alegre era mi casa y qué sana mi hacienda, y con qué solidez estaba unida la tradición de la honradez a ellas! Una sencilla labradora, humilde, hija de oscura castellana aldea; una mujer trabajadora, honrada, cristiana, amable, cariñosa y seria, trocó mi casa en adorable idilio que no pudo soñar ningún poeta.¡Oh, cómo se suaviza el penoso trajín de las faenas cuando hay amor en casa y con él mucho pan se amasa en ella

En tantos y tantas que cada día buscan una ilusión en sus tierras y ganados resiste y revive la esperanza suya y nuestra