Si un forastero pregunta en Pajares de la Lampreana por un señor que tiene un Jardín Medieval, pocos le darán razón de él, salvo algún enterado que probablemente le responderá: "Será Pascual, hijo de Miro y Paulina; vive cerca de La Central; la puerta trasera da a las antiguas escuelas de las chicas y la delantera a la calle Oriente. Es un maestro ya jubilado y siempre anda enredando por la mañana muy temprano en un huerto con árboles raros".

Por allí lo veo a las nueve de la mañana con un sombrero de paja regando tomates de varias clases, colores y tamaños, berenjenas, pimientos zamoranos e italianos, repollos? Esto forma parte del huerto estival; pero lo realmente sorprendente son los sesenta arbustos, árboles frutales y ornamentales que conforman en unos 3.000 metros cuadrados lo que el informante ocasional llama "árboles raros" y Pascual "proyecto de Jardín Medieval".

Es ya algo más que un proyecto, dada la envergadura de algunos ejemplares. Conviven en buena armonía níscalos, endrinos, acerolos, cipreses, acacias, mimosas, ailantos o árboles del cielo, arces, olivos, pinos, piceas, laureles, cerezos, manzanos (golden, reineta y granny Smith), varias clases de perales (passacrassana, conferencia, blanquilla, nashi o japonesa y Williams), avellanos, chopos, catalpas, moreras, melisa, almendros, ciruelos, paraguayos, melocotoneros, albaricoqueros, linterna china o alquejenje, varias clases de vides?

Me llaman la atención dos ejemplares muy extraños en estas tierras de pan tomar: una joven y verdeante sequoia sempervivens, popularmente conocida como sequoia roja o de California, uno de los árboles más altos y longevos del planeta. Se le dio este nombre en homenaje al jefe cheroqui Sequoyah. El otro árbol es el azufaifo, en el que asoma ya el brote de una flor. "Me consta, me dice Pascual, que el azufaifo tiene virtudes beneficiosas para la salud". Me quedo algo pensativo y le comento: "Aunque por aquí nunca se dio este árbol, se le llamó acifaifas, porque existe la expresión coloquial "acifaifas y gallo viejo" para indicar que el gallo grande está tan bueno que no necesita nada para cocinarse.

Cuando vuelvo a casa, consulto la voluminosa obra "Plantas medicinales: el Discórides renovado" del erudito botánico y químico leridano Pío Font Quer. Asegura en ella que "el azufaifo (Zyzyphus jujuba) es un arbusto o árbol espinoso de poca altura, sus frutos maduran en otoño y contienen gran cantidad de vitamina C, además de pectina, azúcares, proteínas, sales de los ácidos málico, nítrico y tartárico".

Pascual tenía razón. Conoce, además, las características de toda su amplia flora como la palma de la mano y sus correspondientes nombres científicos. Me dice que comenzó con este interés por las plantas cuando enseñaba en un Instituto madrileño. Estimuló a sus alumnos a sembrar plantas en un descampado próximo al Instituto y se acabó convirtiendo en un huerto muy apreciado.

Me sorprende y fascina este Jardín Medieval en medio de la estepa cerealista. Le comento mientras paseamos entre tanto verdor: "Muy cerca de aquí corrían las cintas los quintos en los años cincuenta, una justa de arraigado sabor popular y medieval". Pascual esboza una sonrisa con satisfacción manifiesta.