Los medios de Estados Unidos, tal vez arrepentidos de no haber hecho lo suficiente para evitar a tiempo su llegada a la Casa Blanca, no parecen dispuestos hoy a dar tregua a quien no se cansa de acusarlos de ignorantes y mentirosos.

Quería el presidente Donald Trump presumir el martes una vez más ante sus compatriotas y el mundo entero de los logros que, en su egolatría, atribuye exclusivamente a su brillante gestión de la economía norteamericana.

Pretendía que le preguntasen por el lanzamiento del programa de construcción y renovación de infraestructuras que acababa de anunciar, pero los periodistas sólo querían hablar de racismo.

Y, soberbio y no dispuesto a reconocer jamás haberse equivocado, Trump volvió a demostrar lo que es: un político sin escrúpulos que no hace ascos a nada, ni siquiera al odioso Ku Klux Klan, si ello le ayuda a conseguir votos.

Un individuo soberbio e incapaz de ver sus propias contradicciones y mentiras, inmediatamente obvias para todos, al explicar, por ejemplo, las razones de la tardanza en condenar la violencia de la ultraderecha en Charlottesville y equipararla a la de quienes hicieron allí frente a los neonazis.

Alguien que no tarda ni un segundo en tuitear cuando se produce cualquier atentado en Europa para culpar inmediatamente a los islamistas, intentó justificar su tardanza en condenar lo sucedido, que incluyó un atropello intencionado y mortal, porque quería esperar a tener conocimiento de todos los hechos. Y sus palabras volvieron a demostrar que si intentó rectificar varios días más tarde criticando finalmente la violencia racista fue por puro oportunismo porque en sus respuestas a los periodistas volvió a asimilar la violencia de los neonazis a la de quienes les plantaron cara.

Y ello cuando, si se molestara en conocer los hechos, como aseguró que hacía siempre, se enteraría de la existencia de un informe del Southern Poverty Law Center según el cual hay en su país hasta 900 grupos de supremacistas, es decir de gente que defiende la superioridad biológica y moral de la raza blanca sobre las demás.

Grupos que sostienen ideologías tan variopintas como peligrosas: neo-confederados, neonazis, antisemitas, grupos antimusulmanes, hiperlibertarios y, por supuesto, coronándolo todo el Ku Klux Klan, cuyo líder, David Duke, convocante de la marcha ultra de Charlottesville, agradeció personalmente a Trump "haber dicho la verdad" sobre lo allí sucedido.