No es por comparar situaciones que son absolutamente incomparables entre un país democrático por mejorable que sea su democracia, España, y otro que ha derivado en una dictadura donde ningún derecho parece respetarse, la Venezuela que se hunde cada vez más, y cuyo presidente, Nicolás Maduro ha generado el rechazo de la mayor parte del mundo. Pero no estaría de más fijarse un tanto, como se comentaba aquí hace unas fechas, fijarse un poco en el motivo del origen que ha llevado, según distintos economistas no de izquierdas, al país caribeño a su caótico presente y su oscuro futuro.

Porque parece ser que todo se inició realmente con la llegada al poder del socialista ya fallecido Carlos Andrés Pérez, un político carismático, que siempre hizo hincapié en su condición de ser hombre de izquierdas pero no marxista, y que se vio favorecido, en su primera etapa presidencial, pues hubo dos, la última en la década de los noventa, por la situación originada en el mundo árabe en torno al petróleo que bloqueó el comercio con Estados Unidos, convirtiendo así a Venezuela en su mayor proveedor. Una época de gran riqueza económica que originó, según la misma versión, unos enormes despilfarros de tipo social y político que llevó el país a su mayor deuda histórica. España sufre también ahora su mayor deuda pública. Pero el caso es que las condiciones del mercado petrolífero variaron, que la prosperidad ya no era tanta, y que cuando Pérez volvió a la presidencia, todos quisieron mantener el ritmo de vida anterior, algo imposible y que genero mucho descontento entre las capas mas humildes. Las ventas de petróleo habían bajado a la mitad que diez años antes, y lo mismo pasaba con la producción pues la carestía había hecho estancar los recursos de explotación. Caldo de cultivo para la corrupción que acabó condenando al presidente, aunque no llegase a pisar la cárcel. Y para un Chaves que primero a través de un fracasado golpe de estado y luego desde las urnas supo hacerse con el poder y establecer un régimen dictatorial que ya dura muchos años y que ha agudizado Maduro, el actual mandatario, hasta extremos que no se sabe como terminaran, teniendo en cuenta la fuerte oposición existente en la calle.

Venga todo esto a cuento, porque no sorprende pero si indigna ver como en España, pese a la crisis pasada y pese a todas las promesas del Gobierno del PP al respecto, se sigue dilapidando el dinero público. No es solo que sobren instituciones, desde el inútil senado a las diputaciones, pasando por todos los organismos duplicados: peripatéticos consejos consultivos, consejos de cuentas, defensores del pueblo, televisiones regionales y demás mandangas, sino que las existentes, sean las que sean, mantienen su ritmo de gastos superfluos y sectarios, lo mismo los partidos de siempre, PP y PSOE, que los de nuevo cuño allá donde gobiernan. El último ejemplo, ahora mismo, es el Congreso donde los 350 diputados, una barbaridad, han gastado más de 3,5 millones de euros, otra barbaridad, desde octubre cuando comenzó la legislatura. Y lo han gastado solo en desplazamientos. Aun así, lo más llamativo es que en anulaciones de billetes de transportes han derrochado 726.000 euros, el no va más de las barbaridades.