Estamos acostumbrados a sobrepasar la estadística en cuantos datos reflejan la economía de Zamora: por encima de la media en emigración, vejez, despoblación, paro y pobreza; por debajo en tasa de actividad, juventud, sueldo y pensiones.

Por eso apenas reaccionamos a los datos que periódicamente aparecen en los medios de comunicación para ratificar una deriva económica que se graba diariamente en nuestro ADN social, y nos permite mantenernos serenos en medio de comercios cerrados y jóvenes que se van a trabajar fuera.

Pero lo publicado ayer en este diario es absolutamente demoledor: ¡somos pobres hasta para robar!, según la asociación de seguros Unespa. La media por robo en Zamora es de 997 euros ¡Nuestros ladrones no llegan ni a mileuristas! Esto es indignante.

¡Vamos a ver qué hacen esos sindicatos! Porque aunque un robo esté por encima de la pensión media de 763 euros y sea similar al sueldo medio de un trabajo honrado, aquí ya no se puede vivir ni de robar.

¿Cómo no va a aumentar la emigración? Porque el robo puede ser modesto aunque esté muy por encima de la pensión de viudedad, por ejemplo. Pero es que es mucho más rentable robar en las provincias limítrofes, que oscilan entre los 1.900 euros por mangue de Salamanca y los más de 3.500 de León, pasando por los 2.270 de Valladolid. Vamos, que robar en Zamora por menos de mil euros cuando a unos kilómetros podemos triplicar el botín, y además si los hijos estudian en la universidad les sale más barato que ir y venir a Salamanca o Valladolid? pues está claro. ¿Cuántos de los tres mil habitantes anuales que pierde Zamora serán ladrones?

En vista de la baja cuantía por robo lo lógico es que los mejores ladrones, que se han formado de esta tierra a costa de nuestros humildes bolsillos de precarios y jubilados, acaben trabajando en Cataluña o en Madrid en esos robos famosos que salen por las televisiones y en los que nunca reivindican siquiera sus orígenes.

No podemos olvidar que también entre los ladrones hay clases. Y que no es lo mismo robar como asalariado o autónomo jugándose el tipo ante la Guardia Civil, que como empresario o banquero con mayores garantías de seguridad y salud laboral. Porque algo hemos oído por aquí de las preferentes, de las cláusulas suelo de las hipotecas y de las daciones en pago de los desahuciados. Aunque no creo que estas cantidades se hayan tenido en cuenta por Unespa para calcular la media por robo. Porque entonces sería más alta, salvo que estén robando más de lo que parece los del tres por ciento catalanes y los madrileños de la Gurtel. Que es bastante probable, porque a fin de cuentas aquí las preferentes se llevaron sólo los ahorros de los más bajos sueldos y más bajas pensiones de España.

Así que por aquí se quedan los ladrones menos cualificados, sobreviviendo a base de robar a pobres trabajadores, jubilados y de solemnidad. Y de arramplar con los cepillos de las iglesias de pueblo donde la caridad brilla por su ausencia a medida que aumenta la necesidad y disminuyen los feligreses. Y donde es más caro reponer el candado de la puerta que todo lo que se ha sacado de la bandeja de misa.

Si hasta nuestros ladrones son pobres, además de la intervención sindical para evitar las grandes diferencias de botín entre tipos de ladrones, se requiere un pacto social donde también intervengan las instituciones para paliar las diferencias entre las provincias que hacen que los buenos ladrones emigren, y el empresariado para que dejen aquí parte de su riqueza en los negocios zamoranos. Necesitamos también "ladrones 10".

Finalmente, no podemos dejar de lado la biodiversidad social que se perdería si nos quedamos sin ladrones sostenibles. Esos que quizás sean gente honrada y que guiados por el dicho popular "quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón" luchan contra las desigualdades y se atreven hasta con el cepillo. Pero quedan pocos, creo. Siempre se van los mejores.