Se habla de la epidemia de obesidad física en los países desarrollados, pero no de la pandemia de obesidad de los egos. Aunque el ego es un bicho necesario para la vida, al que hay que tener alimentado, conviene que mantenga el peso. La obesidad llega cuando el ego tiene mucho más peso que el que debería con arreglo a méritos, con el problema añadido, para una buena dietética, de que sobre méritos propios la báscula siempre engaña en más. El sobrepeso de ego conduce antes o después a la frustración, cuando el mercado de egos lo pone en su sitio, pero son aún peores los daños que hacen a la vida social, y a la vida en sí, millones de egos sobrealimentados sueltos. Los llamados países subdesarrollados suelen estar libres del sobrepeso del ego (del del cuerpo también), pues corsés sociales y religiosos tienen a raya al individuo, que es el invento occidental origen de la pandemia.