El Papa Francisco, tan tildado de progresista y renovador, está siendo quizá el papa de toda la historia de la Iglesia que más está alertado al mundo contra el diablo y sus "ejércitos". Estas advertencias tan frecuentes en sus mensajes no son precisamente las que los periodistas eligen como titulares de sus noticias, no sea que ese discurso "superado", más propio de épocas pretéritas, le vaya a hacer disminuir el índice de popularidad. Pero mire usted por dónde que él insiste en ello y no con tanta originalidad como a menudo también se le pinta. De hecho, su fuente de inspiración no es otra que la enseñanza de nuestro Maestro Jesús, quien no pocas veces alertó sobre esta presencia real, personal y espiritual del mal. Habló el Señor del "reinado subterráneo" donde no hay luz ni alegría sino todo lo contrario y que, a veces, se manifiesta en la tierra particularmente a aquellos poseídos o influenciados por malos espíritus. Palabras acompañadas de hechos en esa constante lucha contra el mal: Jesús es el Anti-mal como también lo probaron sus exorcismos, entre otras cosas.

Parece ser que estos "seres caídos" no descansan a juzgar por el incremento exponencial del número de exorcistas católicos en todo el mundo. Solo en Estados Unidos se ha pasado de 12 que había en 2015 a más de 60 formados en Roma en los últimos meses. Según ellos mismos, no se trata tanto de que crezca la actividad demoníaca, sino de que cada vez hay más gente que se mete donde no debe, involucrándose en ritos satánicos y otros fenómenos oscurantistas que abren la puerta a estos enemigos de la humanidad. No hay peor enemigo que aquel que no se conoce; de igual manera que no hay peor sordo que aquel que no quiera escuchar. Por eso sigue siendo más actual que nunca aquella advertencia de Jesús al decir que no tengamos miedo a los que matan el cuerpo sino a aquel que puede arrojarnos a la más inimaginable, absoluta y eterna soledad sin Dios. Ese es el infierno: no tanto un lugar físico sino un estado de insoportable y total soledad.

Quienes tenemos la responsabilidad de predicar cada día, de hablar a diferentes grupos o de escribir en espacios como este, rara vez lo hacemos sobre estos asuntos. Unas veces por no incomodar al auditorio, otras por no ser etiquetados de casposos y otras por justificarnos pensando que la realidad del demonio y del infierno no se encuentra en los primeros puestos dentro de la jerarquía de las verdades de la fe católica. Más aún, tampoco faltan sacerdotes (e incluso algún obispo) que niegan la personificación del mal. Un motivo más para volver sobre ello en nuestra próxima entrega.