Los que arremeten en las redes contra todo lo que se mueve, no tienen perdón. Especialmente si lo que se mueve es una cría, una jovencita de 18 años o un niño que tenía la ilusión de ser torero. La hija de Belén Esteban y Jesús Janeiro ha cumplido 18 años. El momento esperado para dejar de pixelar su carita. El momento que algunos estaban aguardando para volcar en ella la antipatía que le tienen a su mamá. Andreíta, como era conocida hasta ahora, no quiere ser como su famosa mamá, quiere ser una chica normal como tantas otras, que pueda coger el metro o el autobús sin llevar tras de sí a infinidad de fotógrafos.

A mí me parece una niña encantadora, muy inteligente por lo que se nos ha contado y por el resultado de sus notas finales. Una niña que, como tantas otras, quiere ir a la universidad, cursar una carrera y vivir de su trabajo no de los apellidos ni de la fama de sus padres. Eso la honra porque visto y comprobado lo que han hecho los hijos de otros famosos, lo de Andrea Janeiro es de nota. Entiendo que, para conseguir su propósito, lo que a lo mejor deben hacer madre e hija es dejar de exponerse tanto, sobre todo la hija si en verdad quiere pasar desapercibida y alcanzar las cotas de normalidad que pretende.

Como se trataba de la mayoría de edad más esperada, su rostro, además de en la revista de cabecera de su mamá, ha aparecido en infinidad de programas de televisión. Y qué ocurre, pues que en la red social del pajarito azul donde no se deja títere con cabeza, son muchos los que se han cebado con el físico de Andrea sin recordar que sigue siendo una jovencita de tan solo 18 años.

No deja de ser sorprendente que en este país nuestro en el que se clama constantemente contra el maltrato animal, ¡pobres toros!, ¡pobres perros!, ¡pobres rapaces diurnas y nocturnas!, ¡pobres todos los que caminan sobre cuatro patas!, algunos no tienen inconveniente en maltratar de palabra a una cría que no se va a defender. No merece la pena entrar al trapo con gente que odia por odiar, que insulta por deporte a la que tienen sin cuidado los sentimientos de los demás. Se puede discrepar del hecho de exponer a la cría, pero no de arremeter con su físico y hacerlo cobardemente, a través del pseudónimo. Porque en España pocos somos los que damos la cara. Los cobardes, en realidad unos pocos, se esconden bajo los nombres más peregrinos, incapaces de dar la cara, por si a lo mejor se la parten.

Tengo para mí que Belén Esteban debe estar que trina. Tanta ilusión que tenían con la fecha de la mayoría de edad y los actos con los que festejó el día, para que al final unos pocos se lo hayan amargado o casi. La verdad es que ha habido división de opiniones. Empezaron insultando, arremetiendo contra la jovencita, provocando la reacción inmediata de muchas personas que se han quejado con razón, con argumentos, que han sentido que alguna gente sea tan miserable, que alguna gente sea tan ruin. Si algunos y algunas hicieran la necesaria labor de introspección no se pondrían en evidencia. Sobre todo porque, gracias al Juzgado, es fácil conocer la verdadera identidad de los cobardes que se esconden en el anonimato.

Respeto hacia quienes hacen un uso correcto de las redes. A los miserables que no tienen perdón, ni agua.