El coro de la Catedral de Zamora está formado por un conjunto de sillería, en dos niveles; se dice que la obra es de Juan de Bruselas. Tras una reja gótica del siglo XV, se encuentran las sillas, magníficamente talladas con el mejor gusto ojival acabadas al mismo tiempo que las rejas. La sillería viene siendo admirada por los amantes del arte que ven en la intención de los artistas un alarde de corrección. El elegantísimo doselete, lo pasamanos de las escaleras y los brazos de las sillas tienen, perfectamente esculpidas, figuras extrañas y grotescas en las que se revela la destreza del autor y también el genio burlón y picaresco del artista.

El Catedrático de Derecho Canónico por la Universidad de Salamanca, don Vicente de la Fuente, muy severo en su juicio crítico, ve en las figuras talladas una mala disposición entre el clero secular y el regular; dice que son obscenas, satíricas y picarescas, rebosando odio y desprecio contra los frailes y monjas.

En unas figuras un fraile está leyendo en un libro y a cada lado tiene un diablo en actitud de ventosearle. En otras figuras, un diablo puesto de espaldas entre dos monjas dirige sus efluvios a las narices de éstas. estos grupos forman la pequeña ménsula que tienen las sillas corales para apoyarse ligeramente en ellas los canónigos cuando están de pie. La silla del Deán representaba a un fraile y a una monja en tal acto y tal postura , que un señor Deán se creyó en el caso de romper las figuritas a martillazos. En la barandilla de subida al segundo nivel de sillas, se ve a un fraile, con cabeza de zorra, predicando a unas gallinas. En la capilla lleva a una que ya se ha dejado coger. La alusión es, sin duda, picaresca y maligna.

El espacio donde se aloja la sillería coral es una zona aislada de los fieles, estando limitado a los miembros del coro; posiblemente por esa limitación las figuras que se representan en la sillería fueron pensadas para los ojos de los clérigos y no para los fieles que habitualmente no tienen acceso al coro.

Sentarse en una silla del coro suponía un gran honor. Además, a la posesión de un cargo se unía la designación de una silla.

El hombre medieval estaba obsesionado con el pecado, pecados que en la práctica se convertían en vicios; por ello encontramos en las sillas del coro una amplia colección de figuras relativa a los pecados más habituales entre el clero.

Pecados como la lujuria y otros indecorosos son los que aparecen con más frecuencia en las tallas de las sillas. Las relaciones íntimas, amorosas o sexuales entre eclesiásticos y mujeres fueron objeto de atención en los sínodos y en actas pastorales.

La reputación de las monjas en la Edad Media, fue también atacada, aunque en menor medida que la de los frailes. Las escenas más expresivas de relaciones lujuriosas, se encuentran en las "misericordias" de los asientos (ménsula de apoyo en la silla coral; cuando el asiento se levantaba, se apoyaban las nalgas para reducir la fatiga)