No se entiende bien que, en ciertos cargos, el personal se perpetúe. Algunos se apalancan bien apalancados, le cogen el saborete al silloncito y no se mueven ni aunque haya un terremoto. Mucho tiempo en un cargo, pongamos por caso el de Villar, casi treinta años, no puede dar buenos resultados. Se crean servidumbres y servilismos. Y se corre el peligro, dada la naturaleza humana, de que, además de al sillón, se le coja saborete al cajón, al chanchullito. Ciertos cargos tienen que ser limitados, en el deporte, en la política y fuera de ella.

A los cargos hay que ponerles fecha de caducidad. Y a la mínima sospecha hay que renovar, hay que cambiar. Lo que no se puede ni se debe hacer es apoyar sin fisuras, costumbre muy extendida en el Partido Popular, a todos aquellos sobre los que pesan sombras de sospecha lo suficientemente contundentes y ciertas como para llevarlos al banquillo. También es cierto que son muchos los que tienen que soportar la llamada "pena de telediario" sin comerlo ni beberlo, de forma tangencial.

No perpetuarse en el cargo garantiza la calidad y la trascendencia del cargo al no poder establecerse una relación clientelar que tan malos resultados da. Aquello de las servidumbres del cargo y el servilismo al que se está sujeto. Reducir el tiempo también tiene sus inconvenientes teniendo en cuenta que la experiencia es un grado y que quien permanece mucho tiempo en el cargo suele aportar esa sabiduría, ese carisma y tampoco se debe robar esa oportunidad a quien desde la honradez y la honestidad realiza su trabajo.

La verdad es que todos estos mangantes del cazo que a izquierda y derecha lo han prostituido todo se han cargado la confianza de los españoles. Y no sólo en materia política, también en materia deportiva donde el dinero corre que se las pela y los intereses creados y por crear alimentan la ambición. La experiencia que otorga estar muchos años en primera línea da lugar a rutinas, a inmovilismo frente a la agilidad y el cambio que fomenta la alternancia. La continuidad de un proyecto deben decidirla, si es en materia política, los ciudadanos y en todo lo demás la capacidad de gestión, la transparencia y la honradez de la persona titular del cargo.

En España estamos hartos de mangantes de todos los pelajes, de gentuza que en su puñetera vida le ha dado un palo al agua, que sólo han sabido opositar desde el favor al cargo perpetuándose en él. Además, en la política, en el deporte y en muchos otros ámbitos, hacer las cosas mal no es garantía alguna para el cese. A algunos se les premia, se les incentiva y se les permite seguir holgazaneando desde un puestecito en el que continuar tocándose las pelotas todo el día.

Hay escándalos que se han podido evitar con mucha antelación. Desde las sospechas ciertas. Desde la vigilancia. Desde las escuchas. Desde las pruebas. Dependiendo del personaje de que se trate algunas detenciones tienen demora y algunas denuncias caen en saco roto, hasta que la evidencia salta a la vista y hay que cortar por lo sano. Toda aspiración a perpetuarse da qué pensar.