El líder socialista Pedro Sánchez ha dado ya por ganada la batalla de la izquierda. Él, y sólo él,puede liderar cualquier proyecto de izquierda que se precie, con la inestimable, o no tanto, ayuda de Pablo Manuel IglesiasTurrión. De hecho ya han comenzado los encuentros en la tercera fase, el postureo, las sesiones de fotos y esas cosas que tanto gustan a ambos líderes. Primer objetivo de ambos, desbancar al PP del Gobierno. Segundo objetivo de ambos, reformar la Constitución. Tercer objetivo de ambos, darle más dinero a Cataluña, en un agravio comparativo con el resto de Comunidades Autónomas, para callar a los independentistas. Cuarto objetivo de ambos, convertir España en lo que no es, una nación de naciones. Sabido es que Pedro Sánchez no tiene nada claro el concepto de nación. A ver si Arturo Pérez Reverte, que para eso es académico y español, se lo puede explicar de forma entendible. Quinto objetivo de Sánchez y de Iglesias, aposentarse en La Moncloa el primero, repartirse las mejores carteras el segundo.

Y los españoles se preguntan estupefactos, y España y los españoles ¿para cuándo? Aquí sólo cuenta la militancia socialista esa que ha apoyado mayoritariamente a Sánchez. A los demás que les parta un rayo por muchos que sean. O estamos todos con Sánchez o estamos contra él. Eso es lo que parece a tenor de los movimientos erráticos del líder socialista. Cuando Sánchez e Iglesias tengan todo atado y bien atado, Sánchez quiere emplearse a fondo con Rivera. A ver si lo capta, a ver si lo atrae con cuatro mentiras bien compuestas y, hala, sin necesidad de urnas, por mayoría parlamentaria y tras una moción de censura, directamente a ese lugar al que viene aspirando frustradamente María Begoña Gómez Fernández, la mujer que gobierna a Pedro Sánchez, es decir, su encantadora esposa, que lo es.

Pedro lo tiene claro frente a Pablo. Prioritaria la Declaración de Barcelona que propone reformar varias leyes orgánicas, como la del Poder Judicial, Declaración que suscriben ambos, y la creación antes del 1 de octubre, fecha del pretendido referéndum independentista, de una subcomisión en el Congreso que aborde una profunda revisión de la Carta Magna. Debería preguntarle a González, Guerra y compañía cómo se hace eso. Demuestra no tener ni pajolera idea. La necesidad de consenso y la ausencia de precipitación son esenciales porque si sigue por ese derrotero puede que la futura Carta Magna sea papel mojado. A ver si estamos bien y por las prisas de este señor nos ponemos mal. La alianza Sánchez-Iglesias no da garantía alguna. La Carta Magna es de todos, no de una única ideología con sus diferencias y matices. Eso de querer tener una agenda común entre un radical y otro que va camino de serlo, no es bueno para la salud, la paz y la convivencia en España. Estos se quieren repartir el cotarro, según les convenga y aquí no hay más cáscaras.

Cada uno debería tener su propia agenda y no esa agenda común que quiere Pablo y que Pedro está dispuesto a compartir con el fin de "desmantelar las políticas del PP", mientras, unidos en común, quieren "explorar opciones para sacar al PP del Gobierno". Cuan poco respeto demuestran tener hacia los votantes del partido de Mariano Rajoy.