La política exterior de España no podría ni soñar con un despliegue diplomático comparable al de la visita de Felipe y Letizia al Reino Unido. El encuentro de dos jefes de Estado que son titulares de las monarquías reinantes más antiguas del mundo, vinculados por lazos familiares y recíprocamente atraídos por la diferencia generacional, parece abrir una nueva etapa de relaciones además de bordar algo tan importante en la política como es el espectáculo. No hay ironía en esta afirmación, sino reconocimiento de aquello que los pensadores posmodernos entienden inseparable de la idiosincrasia global. Lean, quienes lo duden, a Debord, Lyotard, Baudrillard et alia. Un espectáculo que la corona británica entiende a lo grande, respaldada por las demás instituciones y la mayoría de los ciudadanos. En España, tan eximperial como el Reino Unido, sería escandaloso. ¿Dónde está el mayor desfase?

Las monarquías ya no guerrean. Se aman por encima y más allá de los avatares de la política. La familia Windsor al completo fue anfitriona de los Reyes de España, que durmieron en la residencia oficial de Isabel II. Lores y comunes se juntaron para escuchar a Felipe VI, también orador en la Alcaldía de la City, corazón del poscapitalismo planetario, en la Universidad de Oxford y en los ágapes solemnes. En tales ceremonias y en la reunión privada con la inquilina de Downing Street, el Rey de España no perdió el tiempo en más ringorrangos que los de cortesía. Fue directo a los temas calientes, la fe europea frente al "Brexit", la vieja balada de Gibraltar, los derechos de los residentes españoles tras la salida de la UE, los equilibrios de la balanza comercial, etcétera. En breve, el temario que llevaría Rajoy a la señora May, aunque con visibilidad muy inferior, sin besos ni sonrisas de la reina nonagenaria, increíblemente en forma al igual que su marido. Hasta la granítica premier ofreció al Rey un nuevo acuerdo de relación bilateral con España, tema vidrioso para la cuarta economía de la eurozona. Pero quién sabe...

¿No vale nada todo esto? Republicanos, monárquicos y mediopensionistas deberíamos pensarlo sin rigideces ideológicas ni perder de vista que las monarquías parlamentarias no gobiernan pero multiplican el charme exclusivo de una diplomacia que, en determinadas circunstancias, abre puertas cerradas o lubrifica engranajes oxidados. Si es un arma eficaz para los intereses nacionales, no parece razonable inmovilizarlo. Durante la visita, el "ministro principal" de Gibraltar, señor Picardo, no paró de gritar desde la Roca, temeroso de que la canjeen por algo más vendible cuando la consumación del "Brexit" impida al Peñón seguir en la Unión Europea. La madre metrópoli puede acabar en madrastra. No sería la primera vez.