Me parece mentira que hayan pasado ya 20 años de aquel 12 de julio de 1997. De aquel año no tengo recuerdos concretos, nada en mi vida que destacar. Un año más de una estudiante de Derecho de 21 años, militante activa de las Nuevas Generaciones del PP y con la ilusión y la convicción de que a través de la política puedes contribuir a mejorar la vida de tus vecinos. Sin embargo, tengo esa fecha grabada en mi mente, ese 12 de julio de 1997 que no olvidaré nunca. Estaba en Sanabria, como muchos zamoranos que decidimos ir a disfrutar de la concentración motera. El ruido de las motos y de la gente paró de golpe y ese silencio de la multitud es lo que más marcó el recuerdo de ese instante. El instante en el que conocimos el hallazgo del cuerpo de Miguel Ángel, aún con vida. Había moteros, turistas, aficionados, zamoranos, madrileños, gallegos; había gente joven, mayor, hombres, mujeres... Y a todos nos sobrecogió la noticia porque en ese momento todos nos sentimos vascos, nos sentimos los familiares, los amigos, los compañeros de trabajo, los compañeros del Ayuntamiento de ese concejal de 29 años que se convirtió en el objetivo de ETA para chantajear a un Gobierno que sufría la extorsión permanente de la banda terrorista.

Es imposible olvidarse de lo que sucedió en Ermua y en toda España durante el verano de 1997. Días de emociones y sentimientos cuyo recuerdo sigue aflorando cada vez que pensamos en Miguel Ángel Blanco.

Su secuestro y posterior asesinato significó un momento clave en la lucha por la libertad en España. Fueron días muy duros para la familia de un joven concejal de 29 años que trabajaba por los vecinos de su pueblo. Y toda España así lo vivió desde el inicio. Aquella ejecución planeada con sangre fría por los asesinos de ETA jamás será olvidada por quienes deseamos vivir en paz y en democracia.

Aquellos días de julio supusieron una llamada a la conciencia de muchos que, por aquel entonces, miraban para otro lado cada vez que se producía un atentado o un secuestro por parte de ETA. La sociedad vasca se puso al frente de un movimiento imparable y que gestó el inicio del fin de lo que, para algunos, era la aceptación social del dolor que provocaban las muertes y las extorsiones de los terroristas.

Se comenzó a señalar a los pistoleros, a los asesinos, a los secuestradores? El miedo se dejó y se mostró a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que se estaba de su parte. Significativas e inolvidables fueron aquellas imágenes en las que el pueblo vasco obligaba a un 'ertzaina' a quitarse su pasamontañas y su casco para mirarle a la cara y decirle, sin miedo, que los vascos estaban con ellos y que el terror que querían imponer unos fanáticos debía acabar.

Miguel Ángel Blanco, la tortura a la que fue sometido, es un símbolo de la defensa de la democracia para todos los españoles. Cada pueblo y cada ciudad de España sintió en primera persona cada una de las horas de agonía a la que un joven de sólo 29 años, su familia y todo un país fueron condenados por culpa de ETA.

No conviene olvidar. Aquellos días los españoles sabemos que vivimos algunos de los días más duros de nuestra democracia. Hoy, veinte años después, el recuerdo de Miguel Ángel Blanco sigue vivo. Las generaciones actuales deben conocer qué pasó, cómo se vivió y qué significó aquel instante para la España que hoy conocemos. Esa labor de pedagogía es la que debemos llevar a cabo entre todos. La democracia es un valor que nos hemos dado entre todos los españoles, pero hemos de seguir trabajando cada día por el mismo. Porque hubo momentos en los que unos asesinos nos lo quisieron arrebatar de la única manera que sabían hacerlo.

Muchos ahora frivolizan con ETA, tratando de blanquear sus acciones del pasado e, incluso, homenajeando a algunos de aquellos cuya única forma de expresión era el tiro en la nuca o el coche bomba. Recordar a las víctimas, a quienes sufrieron la experiencia de vivir con miedo simplemente por pensar de manera diferente, homenajear a los que ya no están? son deberes que todos hemos de cumplir en nuestro día a día.

Aquellos días de julio mataron a Miguel Ángel Blanco, pero ni siquiera ETA logró matar nuestra democracia o nuestra libertad. Les miramos a la cara y les dijimos que siempre nos iban a tener enfrente, con la paz y con la palabra, con la firmeza del Estado de Derecho, la seguridad de las instituciones y con la solidez de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

A Miguel Ángel jamás le olvidaremos, como tampoco olvidaremos a ninguna de las víctimas de cualquier forma de terrorismo. Su legado perenne sigue vivo, en nuestras manos está saber transmitirlo a los que vienen.

(*) Senadora y portavoz del PP en el Ayuntamiento de Zamora