Definitivamente, la falta de réplica en la que hasta ahora ha vivido la izquierda que cuenta la guerra civil, la suya, a través de libros, películas, televisión y demás medios, una historia tantas veces falaz y manipulada estimulada por la ley de memoria histórica de Zapatero, ya consagrado como el peor presidente de la democracia española, se está acabando o debilitando. Por las respuestas desmitificadoras que se están produciendo en los últimos tiempos, y a las que van a seguir más. Ha vuelto a escribirse y hablarse sobre una república que se autoproclamó tras unas eleciones municipales, no generales; que hizo víctima al país de un inmenso expolio de su patrimonio económico, cultural y artístico; que propició la revolución marxista de Asturias en el 34; que no dudó en acudir al fraude y al pucherazo más burdo para ganar los comicios del 36, tras lo cual estallaría la insostenible situación.

Como ni la historia es la que escriben los vencedores, pura hagiografía, ni tampoco la que escriben los vencidos tratando de justificar su derrota, el tema de la guerra civil española ha llamado siempre la atención de los historiadores extranjeros, estudiosos hispanistas, que a lo largo de décadas han hecho numerosas aportaciones para tratar de comprender los motivos que llevaron a la contienda y su mismo desarrollo, con abusos y crímenes horrendos por parte de ambos bandos. La aproximación de los hispanistas a tan espinoso y cruel asunto es una aportación importante. El ingles Hugh Thomas, que falleció recientemente, a los 85 años, fue el primero en publicar una visión distinta y equidistante de los sangrientos sucesos del 36 al 39: "La guerra civil española", y lo hizo a través de una editorial de París: Ruedo Ibérico, conocida por su militancia antifranquista. Pero ahora se ha sabido que los responsables de la editorial, republicanos, alteraron y manipularon la obra de Thomas al traducirla del inglés al español. Y así, entre otros varios ejemplos, cuando el libro se refiere a las checas comunistas de Madrid, el original se refiere a miles de presos en ellas pero la traducción solo habla de mil. O cuando se trata de los falangistas existentes el 18 de julio que Thomas cifra en 4.000 y la traducción eleva a 40.000.

Y aun hay más, pues se han encontrado pruebas fehacientes de que las famosas fotos de Robert Capa de la guerra en zona republicana eran amañadas y falsas, como ya habían sospechado muchos expertos de todo el mundo. Una puesta en escena. Su famosa "Muerte de un miliciano", tan publicada, parece seguro que fue un montaje. Y otras muy conocidas como grupos de chicos jugando mientras en Madrid caían las bombas, lo mismo. El mismo grupo de niños se repite en varios escenarios distintos y lejanos. Pero todo valía para tratar de romper el impacto negativo para la república que habían tenido en el mundo las fotos, bien reales, de la quema de iglesias y conventos y otros horrores que influyeron en que los países democráticos volvieran la vista hacia otro lado. Ultimamente, algunas capillas han sido incendiadas por elementos descontrolados y agredida una monja en Granada. Un cura que ha sufrido el ataque a su iglesia ha declarado que se trata de gente con el discurso de la guerra civil.