La equivocación es una señal inequívoca que revolotea sobre cualquier ser humano que se encuentre haciendo alguna cosa. Cuanta más actividad se desarrolla, mayor es la probabilidad de cometer algún error. Porque los seres humanos somos así: imperfectos, expuestos a meter la pata en cualquier momento. Pero también tenemos un cerebro que nos permite reflexionar, y analizar el porqué de cada uno de las equivocaciones en las que caemos, yanotarlas en el disco duro, al lado de los aciertos, llenando la caja de la experiencia, perfeccionandoel oficio. Todo ello permite, en cualquier otro momento, no dar el mismo traspié, o cometer el mismo desatino, oincurrir en el mismo equívoco.

No admitir los errores es propio de prepotencia y vanidad, cuando no de desprecio hacia los demás, algo que viene siendo propio de quienes están acostumbrados a ver solo la paja en el ojo ajeno. Admitir los errores ayuda, a quien los reconoce, a mostrarse como un ser humano, como cualquier otro, lejos de la figura de un androide.

Viene esto acuento de un par de hechos acaecidos recientementeen Zamora, que han quedado difuminados por el devenir continuado de la música, los fuegos artificiales y los gigantes y cabezudos de las Fiestas de San Pedro. Dos hechos que ni sorprenden, ni escandalizan, pero que de ser aclaradoscontribuirían a mejorar el grado de tranquilidadde la gente. Ya que de nada vale ocultar las cosas porque la realidad es muy pesada, y en cualquier momento puede aparecer por sorpresa y pillarnos en bragas, y mejor no caer en la tentación de deciruna media verdad ya que sería una doble mentira.

Siguiendo el orden cronológico, el primero sería el incidente producido durante los trabajos de derrumbe de un edificio de propiedad municipal en la avenida de la Feria, del que, afortunadamente, no hay que lamentar daños humanos ni materiales, pero que, de no haber tenido la suerte de cara, ahora podríamos estar hablando de un suceso de graves consecuencias. Por eso, es exigible que se explique que es lo que se hizo mal, o lo que no se hizo; si se cumplió o no el protocolo establecido para tal tipo de operaciones, porque los cascotes de los muros de la vivienda en cuestión invadieron la calzada de manera violenta, sin estar cortado elpaso a personas yvehículos.

El segundo caso se refiere al Teatro Ramos Carrión, en el que el martes 27 de junio, en plenas fiestas, tuvieron que actuar los bomberos, desde la calle Alfonso XII, interviniendocon una enorme escalera extensible sobre el módulo más alto del conjunto teatral, maniobra que se repitió de nuevo el viernes 30. Tratándose de un edificio recién construido no deja de llamar la atención que esté ofreciendo problemas poco tiempo después de su inauguración.

Exigir que todo salga bien es esperar un imposible, pero pedir que se expliquen las cosas es un derecho y una obligación que tiene cualquier ciudadano. Y nadie debe tener miedo a decirlo, ni tampoco las administraciones a explicarlo. Porque las explicaciones tranquilizan y los errores que, sin duda, se producen hay que tratar de evitarlos, entenderlos y comprenderlos. Deslizar alguno, de manera subrepticia, por serintencionado, no se trataría de un error.

No se trata de apuntar con el dedo a nadie, y menos aúnde metérselo en el ojo, pero síde hacer lo posible para evitar males mayores en un futuro. Nadie duda que ambas instituciones dispondrán de los informes pertinentes, de ahí que cabe esperar queAyuntamiento y Diputación, responsables directos de estos dos incidentes, transmitan tranquilidada los vecinos.

Teniendo en cuenta la que está cayendo en España y en el resto del mundo, estos sucesosni siquiera tienen carácter de aperitivo. Por ello debería huirse de secretismos, y actuar sin acritud, ni radicalidad política, porque, afortunadamente, no se trata de ningún apocalipsis, y además elpasado no existe, solo el presente y, en el mejor de los casos, el futuro.