El tiempo pasa muy deprisa para todos, salvo para los niños, y cuando queramos darnos cuenta este verano tan pronto y tan calurosamente iniciado, aunque luego nos haya concedido unas fechas de descanso y temperaturas norteñas para poder respirar, se habrá acabado el estío con un septiembre que además de días dorados y del comienzo de los cursos, traerá este año a España, por añadidura, las vísperas que se presumen tensas y aun muy tensas del anunciado referéndum catalán sobre la pretendida independencia de aquella región. El 1 de octubre es la cita.

Los independentistas, desde luego, no se cortaron ni un pelo y el tal Puigdemont, presidente de la Generalitat, anunció la jornada y hasta la pregunta concreta: "¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?", el mismo día que aseguró que así lo haría, por más que Rajoy desde Madrid volviera a lucirse asegurando que no sería así. Pero es que el presidente del Gobierno y del PP al menos en este asunto, es que no da una, anclado en el mismo devenir entre pasmado y errático de hace cinco años, fiando todo al diálogo y a la justicia, sin resolver la situación y haciéndola derivar a una sucesión de desafíos perdidos hasta llegar al que puede ser el reto definitivo, el del 1-O, que va a suponer un punto de inflexión irreversible y que forzará a Rajoy a tomar alguna decisión.

Porque hasta ahora sigue en sus trece, erre que erre, diciendo que la consulta catalana estemos seguros los españoles de que no se va celebrar. Pero por el otro lado, por esa región que algunos fanáticos ignorantes pretenden que sea un país pequeñito y fuera de los protocolos europeos, se sigue insistiendo en que habrá referendo y con tres meses de adelanto se están llevando a cabo ya trámites y preparativos para la puesta en escena de la burda pantomima. ¿A quien se puede creer? Hay que recordar que Rajoy ya prometió lo mismo, que no habría referendo alguno, aquel 9 de noviembre de hace tres años, y lo hubo, hundiendo en el ridículo al presidente del Gobierno.

Los separatistas tampoco rebajan nada sus pretensiones y ni siquiera admiten dialogo alguno ya con Rajoy o sus enviados, con desprecio marcado y evidente. Así que esta vez algo tendrá que hacerse o los catalanes llevaran a cabo la consulta y si la ganan, ya lanzados, autoproclamarán su república. Hasta ahí podíamos llega. Así que finalmente, Rajoy tendrá que actuar, aunque sea un poco. O manda a las fuerza del orden a cerrar los colegios electorales, o que retiren las urnas, o aplica de pleno, para lo que está facultado, el articulo 155 de la Constitución y suspende en sus funciones a los convocantes del referéndum y a la propia autonomía si es necesario.

Será un verano muy movido, antes, con las imágenes del presidente del Gobierno declarando como testigo el próximo mes de julio, en la comisión de investigación del Congreso, sobre la supuesta caja B de su partido, y ante la justicia por el escándalo de corrupción del caso Gurtel. Pero en este asunto Rajoy ha de mostrarse por imperativo legal del modo contundente que cabe exigir.