Se acaban de cumplir 60 años desde que el primer Seat 600, que fue el primer coche de la clase media española, empezara a rodar por las carreteras y las calles de un país que empezaba a superar las dramáticas carencias de la posguerra, que empezaba a asomar su cara al mundo, y que se enfrentaba con ganas e ilusión a sus propias precariedades. "Fue una revolución" aparece escrito en el comunicado con el que la Seat recuerda la efemérides. Y lo fue: una revolución social, el paso de la España de la alpargata al 600 como escribe Eslava Galán en su nostálgico libro sobre aquellos años, o como reflejó bien aquella comedia de Julio Salvador poco tiempo después de aparecer el pequeño automóvil:" Ya tenemos coche" en la que el protagonista principal era el 600.

Pero fue sobre todo un icono de la época del desarrollo en el franquismo de los años 60 que es cuando el vehículo se hizo tan popular que en una década llegaron a venderse casi 800.000 del primitivo modelo y sus posteriores y modestas evoluciones. Lo cierto era que en los aparcamientos de las grandes factorías que en aquella época funcionaban en Valladolid, con miles de trabajadores llegados de toda la región, se alineaban junto a los primeros Renaults los mínimos Seat 600, casi todos blancos que era el color preferido, el que más gustaba. También ante las fábricas había motos, y por supuesto muchas más bicicletas, que comprarse el cochecito no es que estuviera tampoco al alcance de cualquiera - 3,5 años del salario medio de la época - pero lo que ya no había eran alpargatas como antaño.

Tampoco es que fuera el único coche español, como queda contado, porque Renault, en la capital vallisoletana había puesto en el mercado su "cuatro-cuatro", y luego su Dauphine con licencia francesa, lo mismo que Seat construía su 600 con licencia italiana, de la Fiat, al igual que el modelo mayor, el 1400, este destinado ya a clases de mayor poder adquisitivo. El 600 salía por unas 75.000 pesetas y era el vehículo que más se veía en los 60 y gran parte de los 70. Aunque llegaban a fabricarse 250 coches diarios había una inmensa cola de peticiones y se tardaba meses y meses en adjudicar. Los periodistas lo conseguíamos muy pronto porque el concesionario en Valladolid era Manolo Delibes, hermano de Miguel, el novelista y director de El Norte de entonces. Y como el primer amor, el primer coche tampoco se olvida. Era un cochecito entrañable, que solo llegaba a 90 por hora en las cuestas abajo, que se calentaba muchísimo, que sufría insólitas averías, pero que era nuestro coche, con el que los españoles hacíamos largos viajes, a la playa, cargados a tope, con todas las ventanillas bajadas pues no había aire acondicionado, o subiendo Pajares fatigosamente y en primera velocidad.

Pero nos llevaba, llegaba a todas las partes, sin prisas pero con pausas. Sabía cumplir. Por eso, 60 años después hay todavía muchos 600 por ahí, no en la calle ni en las autovías, sí no guardados como oro en paño, de colección. En Barcelona se va a celebrar ahora una exposición en la que van a figurar 600 Seat 600 en una especial concentración conmemorativa para la nostalgia.