Hace quince días asistí en Sejas de Sanabria a un encuentro de alcaldes de la comarca de Sanabria y La Carballeda. Convocados por el regidor municipal de Manzanal de los Infantes, Toribio, se trataba de planificar los actos de la segunda edición de las Jornadas de Jóvenes de la comarca y, al mismo tiempo, verse las caras con el objetivo de dar los primeros pasos para iniciar un proceso de dinamización de la zona, contando con la participación y la implicación de la gente. Agradecí que contaran y que sigan contando conmigo en esta nueva aventura que, si todo sale como muchos deseamos, puede suponer un antes y un después en el devenir de una de las zonas con más futuro de la provincia. Aunque el desafío es inmenso y no está garantizado que los buenos deseos lleguen a buen puerto, al menos es muy gratificante comprobar que hay personas con mucha ilusión de hacer las cosas de una manera diferente a como se han realizado hasta ahora. El proyecto de dinamización rural que comento no es, sin embargo, el único que trata de abrirse camino en esta provincia.

En la comarca de Aliste se ha puesto en marcha también un proceso de reflexión sobre la realidad demográfica, social y económica de la zona. Cada cierto tiempo, el grupo de trabajo, que se ha constituido de manera casi informal, se reúne para hablar y compartir lecciones, experiencias y aprendizajes. Me consta que andan muy preocupados por la sensación de desamparo y la falta de ilusión colectiva que se percibe en la inmensa mayoría de la población, principalmente los jóvenes. El amigo Teo, cura de San Juan del Rebollar y de muchas más localidades, me lo decía el otro día cuando pudimos compartir un café en el bar del Instituto de Alcañices, en una pequeña parada que hice en mi camino hacia Vila Real (Portugal). Su ilusión y la de quienes le acompañan me hacen ser relativamente optimista, aunque sea verdad que la realidad de la zona y las frustraciones acumuladas de experiencias precedentes no inviten precisamente al optimismo. Pero no importa, porque lo relevante es seguir adelante, siempre adelante, como trato de practicar en mi vida cotidiana.

Es verdad que los dos proyectos de dinamización que comento no son únicos. Por los diversos rincones de la geografía provincial se pueden encontrar iniciativas que tratan de impulsar el asociacionismo, la participación y el desarrollo de nuestros pueblos. Ahí están las propuestas que coordinan los Centros de Acción Social o los Grupos de Acción Local. Ahora bien, lo que percibo es que, en muchas más ocasiones de las deseadas, las iniciativas no se construyen desde una visión de conjunto, contando con la colaboración de los actores sociales de una zona. Esto es una rémora que nos impide sacar todo el jugo al trabajo que, de manera dispersa, se realiza por aquí y por allí. Que se nos meta en la cabeza que es una torpeza promover proyectos de desarrollo sin contar con la gente. Puede parecer que lo importante es hacer cosas, indistintamente de cómo se hagan. Y no: es un error mayúsculo despreciar la importancia del capital social, esto es, la capacidad de construir, lo que sea, pero de manera conjunta. Por tanto, aprendamos, que es más fácil de lo que parece.