No todos los días les vamos a dar el protagonismo a los mismos, a los que constituyen la tercera preocupación de los españoles, muy cerca del desempleo y la economía: los políticos. Para desengrasar, cambiamos radicalmente de tercio y nos preocupamos por nuestra salud.

Las prisas no son buenas para nada, se lo dice quien va todo el santo día a cien por hora porque no le llega con las veinticuatro horas pertinentes. Eso sí, llegada la hora de sentarme a la mesa, no es que sea sibarita, que también, es que me gusta comer bien. Y al decir bien no estoy hablando de angulas, de caviar beluga, de faisán o de cualquier delicatesen ad hoc, no, al hablar de comer bien, me refiero a comidas que se alejan absolutamente de la llamada "comida rápida". Esa que para hacernos la vida un poco más fácil la compramos ya hecha y "para llevar" a casa, a la propia o a la de los amigos.

Cuando tengamos semejante tentación debemos recordar que el consumo de la llamada comida rápida un mínimo de tres veces por semana, podría generar enfermedades como rinitis, asma y eccemas en niños y adolescentes, sin duda los más expuestos. La información parte de la revista médica especializada "British Medical Journal". Los alimentos ricos en grasas elevan ciertamente el riesgo de desarrollar tales afecciones, por el contrario, la fruta y las verduras lo reducen y, en general, las comidas de cuchara, como las que hace mi buena madre. Comidas que, además de ser más sanas, son más socorridas si cabe, aunque parezca lo contrario.

La comida rápida, también denominada "comida basura", donde el alimento es preparado y servido para su consumo rápido en establecimientos especializados, en la calle o para llevar, a menudo contiene altos niveles de ácidos saturados, conocidos por afectar a la inmunidad de las personas, mientras que, por ejemplo, la fruta es rica en antioxidantes y otros componentes beneficiosos para la salud, señalan los expertos. Sólo que a los niños y a los ancianos, lo de la fruta y lo de la verdura como que no les hace mucha gracias.

Vivimos en la sociedad de la prisa, sin apenas pausas, con lo importante que resulta hacer varias pausas al día, de forma relajada, para ingerir alimentos, sobre todo a mediodía y por la noche. Hay que abandonar fuera los deberes, en el caso de niños y adolescentes, y los problemas, en el caso de los adultos y comer, de forma sana, equilibrada y relajada. Nuestro organismo nos lo agradecerá y emprenderemos las actividades habituales con más energía, con más ganas. Hay que aprender a sacar tiempo al tiempo, sobre todo en ciudades pequeñas como la nuestra donde, afortunadamente las distancias no son kilométricas. Al hecho de abrir la boca para ingerir alimentos se le llama comer, pero hay que empezar a diferenciar entre comer cualquier cosa, entendiendo por tal la comida basura, y comer bien. ¡Menuda diferencia!