Son como "los chicos del coro". Se sitúan justo detrás del líder, de pie, poniendo cara de no haber roto un plato en su vida. Mientras, el jefe, el líder o el elegido -digital o analógicamente - va soltando el espiche que le han preparado en el partido, ellos asienten con sus cabecitas, o disienten, en función de lo que niegue o afirme el vocero de turno. Si el guion llega a requerirlo, son capaces de sonreír o de armar un gesto contrariado. De vez en cuando no pueden aguantar las ganas de hacer la pelota, lanzándose a aplaudir como posesos de forma eufórica, mostrando un enfervorizamiento de tomo y lomo (Si es que existe todavía el verbo enfervorizar, porque no lo he vuelto a oír desde que, con insistencia, lo usaran en RNE para resaltar la reacción de los seguidores de los discursos que largaba el general Franco)

A "los chicos del coro" que, salen siempre como relleno de fondo, al modo de las vicetiples de las antiguas revistas musicales, que hacían bolos por provincias, solo le faltan las plumas de marabú con las que se engalanaban las vicetiples, o las banderitas con las que los niños reciben a los reyes en las escuelas, ya que de tal guisa podrían conseguir una estampa aún más ñoña que la de los bañadores con patas y tirantes.

Se trate del partido que se trate, todos tienen su coro. Formando parte del de Podemos, aparece el líder que fue, y que debe seguir siendo, de IU, el joven Garzón. Como gregario de Iglesias, y en sus funciones corales, no destaca sobre ningún otro compañero, ya que ni antes, ni durante, ni después de la actuación estelar del jefe del cotarro, llega a expresar más que cualquier otra parte del decorado. La verdad es que llama la atención, porque al joven Garzón no estábamos acostumbrados a verlo como becario, haciendo ímprobos esfuerzos por conseguir un contrato remunerado. Pero la vida es así de cruel, y aunque la supuesta deuda financiera de IU sea significativa, no parece lo suficientemente importante como para dar al partido por finiquitado, máxime teniendo en cuenta que en estos días circula por los medios una lista de más de 4.500 morosos que deben a Hacienda más de un millón de euros, entre los que figuran Mario Conde y el expresidente de la patronal de Madrid Arturo Fernández, con diez millones en el debe de cada uno, por poner algún ejemplo.

Del joven Garzón hace tiempo que no se sabe nada, justamente desde que decidió difuminar sus siglas entre las de Podemos, y eso le ha quitado el protagonismo que antes tenía. El ciudadano Garzón, desde que ha sido abducido, no se sabe cómo actúa, ni cómo piensa, porque los espacios informativos no le dedican una sola línea, de manera que no resulta extraño que más de uno se pregunte si continúa existiendo la veterana coalición de izquierdas que era o es IU, aquella que estaba integrada por el PCE, UJCE, IA, IR y otras cuantas formaciones, y que no hace mucho ocupara el tercer lugar, en España, en número de votos. Aquí, en Zamora, IU aún sigue teniendo protagonismo, merced a los oficios de un grupo de militantes encabezado por el matrimonio Guarido-Rivera, que han conseguido llegar a gobernar el ayuntamiento de la capital, constituyendo una clara excepción en el conjunto de España. A lo peor, es que la coalición no está acostumbrada a convivir con los círculos, por aquello de que tal curva tiene un solo foco, que está ocupado por el señor Iglesias; o quizás porque se adapte mejor a dos o más focos, como tienen otras curvas, como por ejemplo la elipse, aunque solo sea por aquello de que cualquier punto que se aleja de un foco se aproxima al otro.

Es una lástima que desaparezcan, o parezca que han desaparecido, estos partidos - antes le pasó a UPyD - porque con independencia que se comulgue o no con sus ideas, lo cierto es que, al menos, se sabe de qué van o de que iban, ya que los que han llegado nuevos al panorama político resultan desconcertantes, puesto que un día defienden una cosa y al día siguiente la contraria. Pero, mientras sigan existiendo candidatos a formar parte de" los chicos de los coros" seguirán pasando estas cosas, porque será señal inequívoca de que a alguien le va bien la cosa. Habrá que armarse de paciencia, porque durante algún tiempo se seguirán creando coros, bien sea al gusto francés, como el de la famosa película estrenada hace algo más de diez años ("Los chicos del coro"), o a aquel otro tan cursi, de los años sesenta, cuyo protagonismo corría a cargo de la familia Trapp en "Sonrisas y lágrimas".