Ya mucha honra. Ni me escondo ni apostato de ello. Soy católica, apostólica y "romántica", ese es mi pequeño matiz diferencial. Y como tal y para ello me hago eco de las palabras de Francisco: "La Iglesia es católica porque es la "casa de la armonía", donde la unidad y la diversidad hábilmente se combinan entre sí. No todos somos iguales y no debemos ser iguales. Todos somos diversos, diferentes, cada uno con sus propias cualidades y esa es la belleza de la Iglesia: cada uno trae lo propio, lo que Dios le dio, para enriquecer a los demás. Esta diversidad no entra en conflicto, no se contrapone, es una variedad que se deja fundir en armonía por el Espíritu Santo".

"La uniformidad mata la vida" dice el santo padre. La vida de la Iglesia católica es variedad. Yo lo siento y lo valoro así. Los de la uniformidad, son los que están atentando, dentro y fuera de España, contra los católicos. Se huele, se palpa, se siente, se padece incluso un odio religioso que pugna por campar a sus anchas en España, con ayuda de los de siempre, de los que nos quieren borrar del mapa, de los que piden que a un continente de raíz cristiana le extirpen la cruz como si de un ganglio maligno se tratara. No caen en la cuenta de que la Iglesia es universal. Y que por mucho que nos persigan no lograran acabar con nosotros. Aunque tengamos que volver a las catacumbas.

Ahí está la moción laicista de Esquerra Republicana de Cataluña pretendiendo acabar con la presencia cristiana de la vida pública y convertirnos en apestados, en objetos de persecución, como cuando Roma a los cristianos y la Alemania nazi a los judíos. Ahí va un ejemplo de los muchos que puedo poner: Una monja de Granada acabó con la nariz rota después de que un desconocido le propinara un puñetazo al grito de: "¡Por monja!". Nadie se ha hecho eco de esta agresión. Si se lo llegan a hacer a un miembro de uno de estos colectivos de moda o de otra religión, las redes hubieran ardido y se hubiera armado la de Troya.

Pero es que hay más. Un grupo de radicales trataron de quemar con cócteles molotov la capilla de la Universidad Autónoma de Madrid, que sufrió graves daños en el mobiliario, imágenes y sagrario. Y cuando no es eso, se pasean en sujetador por el recinto sagrado pidiendo que quemen a los curas. Este odio enfermizo que practican entre otros, Joan Tardá, Pablo Manuel, Rita Maestre y cuantos con ellos se suman al acoso y derribo de los católicos es preocupante. Están obsesionados con la cruz, ese madero en el que Dios hecho hombre sacrificó su vida para redimirnos a todos.

No se pueden tolerar estas actitudes que dicen muy poco de quienes las mantienen contra viento y marea. De quienes chillando más creen tener más razón. De quienes insultan y ofenden gratuitamente porque no saben hacer otra cosa, porque sus argumentos son falaces, porque son unos irresponsables e indudablemente, también anti demócratas. Ciertas mociones no deberían ni de ser planteadas en ese otro recinto sagrado de las libertades cual es el Congreso de los Diputados.