Ciertos sectores animalistas, están cayendo en el ridículo más espantoso, en la degradación y en la afrenta. Van por el peor de los caminos posibles. Pero siguen empeñados en su campaña a favor de los animales de nuestro entorno, porque de los animales del entorno de los demás no dicen, ¡putos cobardes!, ni pío. Me acaban de enviar la foto de tres tipas en bragas y sostén, de cuyos pezones salen tubos de ordeñar. Tres animalistas que han protestado en Barcelona, cuna de los disparates, a favor de que se prohíba ordeñar a las vacas. Los humanos acabaremos en los establos o en el monte, para que los animales se instalen cómodamente en nuestros hogares.

¿Cómo es posible que en España quepan tantos imbéciles por metro cuadrado? Que los saquen a la venta y los envíen a los países árabes, tan respetuosos ellos con los animales, las mujeres y los niños, por ese orden. Porque, a ver, más de un millón y medio de musulmanes celebran la fiesta del sacrificio del cordero en España, con una sangría espeluznante de estos sumisos animalitos del planeta azul, oiga, y los animalistas "se callan como putas", lo entrecomillo porque la apreciación no es de mi autoría aunque bien pudiera.

A los musulmanes ni tocallos ni enmendallos, no siendo que las apiolen, o las lapiden, o las metan bajo un burka y las envíen a Afganistán y no precisamente en valija diplomática. Tengo una serie de fotos, con una matanza de corderos, que dejan a la denostada fiesta nacional de los toros en un paseo. ¿Dónde están las animalistas que enseguida se desnudan para escenificar esto o aquello? Que se pongan en pelota picada ante una mezquita y a ver qué pasa. ¡No tienen ovarios! Sólo los tienen para meterse contra la Iglesia Católica y contra las tradiciones y costumbres de los españoles.

A ver si a este paso todos nos vamos a tener que hacer vegetarianos, o ya en el colmo directamente veganos. A mí me va el vegetal, pero también me va la carne y el pescado. Y me gusta acompañar mis cafelitos con un buen chorreón de leche de vaca, a ser posible de Gaza. Y ni estas, ni las otras, ni las de más allá, me van a quitar mis hábitos y costumbres. La gente normal que no molesta a nadie, no escenifica estas chorradas que, a veces, calan entre los débiles, se limitan a hacer su vida y seguir sus costumbres y a otra cosa mariposa. Estas tipas, no. A estas tipas les gusta hurgar.

Ya les vale de hacer el imbécil. O, bueno, ya que están vestidas o desvestidas de tales, que se den una vuelta por los colectivos musulmanes a ver si tienen ovarios para hacer lo mismo en plena matanza de lindos corderitos. O qué coños pasa, ¿que el cordero es inferior a la vaca? Esta gente no es fiable, protesta por gilipolleces y por lo que verdaderamente hay que protestar ni se manifiestan ni se pronuncian. Es peor el maltrato de género. El maltrato a los niños. Lo que en ciertas residencias geriátricas se hace con los ancianos, que es vergonzoso y punible. Hay tanto por lo que protestar, que todas estas escenificaciones me resultan vergonzosas e improcedentes. Yo estoy a favor de que se acabe el maltrato a las mujeres, que se respete a los niños y que se cuide mejor a nuestros mayores. Un capítulo al que hay que volver una y mil veces para desenmascarar ciertas situaciones.