el evangelio de este domingo nos invita a vivir con confianza sin caer en la trampa del miedo. Jesús repite, por tres veces, la misma frase: "No tengáis miedo". Las dificultades de la predicación serían muchas, y el Señor no las oculta a sus apóstoles en el momento de enviarlos a proclamar el Evangelio. Pero en medio de ellas, tenían que mantenerse animosos y fuertes para no callar y seguir predicando el mensaje de la salvación.

El Maestro les recuerda también que Dios Padre vela por ellos, y que nada les ocurrirá que Él no lo permita. Por tanto, han de actuar con libertad y franqueza, independientes y seguros, sabiendo que Dios está de su parte y que es Él quien los envía a predicar el Evangelio. Con semejante aval no habrá obstáculo que no puedan superar, dificultad que no lleguen a vencer.

Este talante de optimismo y audacia los llevó a todos los caminos de la tierra, sin complejos ni temores. Era tal su empuje y su entusiasmo que la siembra del Evangelio era cada vez mayor. El imperio romano, que alcanzaba los límites del mundo conocido, se vio inundado por aquella doctrina que hablaba de amor a Dios y al prójimo.

En un mundo donde falta el diálogo y el encuentro, los cristianos tenemos un gran desafío: transmitir los valores del Reino. No podemos echar más leña al fuego y, aunque nos critiquen y en ocasiones tengamos la sensación de que muchos ridiculizan nuestra fe -según ellos "nuestro buenismo"-, tendremos que seguir apostando por lo que nos transmitió el Maestro. El Evangelio del Reino desde el principio provocó en muchos rechazo, sobre todo de los que están contra la justicia, la fraternidad, la dignidad y los derechos de todas las personas. Hay gentes que no pueden entender, como celebramos el domingo pasado, que todos debemos estar sentados en la misma mesa, compartiendo el pan y la vida.

Quizás lo que más nos tiene que cuestionar sea el ser mal mirados por los pequeños y necesitados, los débiles, los humildes, las nuevas generaciones, porque pueden hablarnos de que no estamos siendo fieles a nuestra misión evangélica y hemos abandonado el ser testigos.

También hoy las Palabras de Jesús siguen urgiendo a los que lo seguimos a confiar en su poder. La siembra está iniciada, pero aún queda mucho por hacer, y nadie puede quedar mano sobre mano en la gran tarea de anunciar el Reino de Dios que se hace realidad en el Amor.