P arece, y es verdad, que hay otras memorias históricas, no solo la de Zapatero, y que la reacción empieza ahora a sacar a la luz de nuevo, aunque ya se hallan tratado en muchas ocasiones. Pero es que la avalancha izquierdista de falsificaciones de la historia es tanta que empiezan a florecer de nuevo oscuros silencios pero que es justo y conveniente recordar, una vez en esta absurda vorágine de la vuelta a los enfrentamientos entre las dos Españas - como si lo ocurrido 80 años atrás no sirviese de lección -para dejar las cosas en su sitio, con pruebas, y acabar con el viejo mito maniqueo, que ya hiede, de buenos - los republicanos, claro- y malos, los del Ejército sublevado y vencedor.

Si hace poco salía a la luz, el sospechado, por muchos historiadores, pucherazo electoral del 36, tan burdo y cínico que propició 50 escaños mas a la izquierda del Frente Popular para hacerse con el Gobierno, lo que originaría enseguida la guerra de los tres años, ahora vuelve la historia del oro de Moscú y de los otros grandes espolios de todo tipo que los gobernantes republicanos llevaron a cabo con el fin de reconstruir España en el futuro, dijeron, y lo dijeron cuando en su fuero interno todos ellos sabían que aquella contienda se iba a perder porque era imposible ganar, pues no se contaba ni con fuerzas militares bastantes ni con la ayuda de las potencias extranjeras, salvo la Rusia comunista. Lo peor es que casi nada del inmenso tesoro que se llevaron volvió a aparecer, cuando una vez acabada la guerra, vencedores y vencidos se encontraron con un país destruido, sin recursos, y literalmente muerto de hambre.

Lo primero fue el oro de Moscú, en septiembre del 36, para proveerse de armamento que aun no había llegado. Del Banco de España, se cuenta otra vez, salieron 7.900 grandes cajas cargadas con 585.000 kilos de oro que fueron a parar a las manos del padrecito Stalin, el dictador de dictadores y junto con Mao, el gran timonel chino, autor de las matanzas de millones y millones de personas. Se cuenta que Stalin dijo entonces que los españoles volverían a ver el oro cuando alcanzasen a ver con las orejas.Y así fue, sencillamente. Pero el expolio no había hecho más que comenzar y los republicanos exigieron a los ciudadanos y a las corporaciones todo el oro y las joyas bajo pena de ser considerados enemigos del régimen. Lo que en aquellos tiempos, aclara A. Vico, escritor de la historia, documentada a fondo y aparecida en un medio nacional, significaba checa o cuneta. Pero mucho más que eso era lo que se incautaba por las bravas a instituciones, catedrales, museos, y particulares: oro, piedras preciosas, cuadros de gran valor, tesoros artísticos, edificios y fincas.

Lo último fue lo del yate Vita, en febrero del 39, huyendo a Méjico con un un inmenso tesoro, 112 cargamentos debidamente etiquetados y de los que nunca más se supo, aunque se sospecha que pudo servir para que viviesen dirigentes exiliados en un país de pasado y presente tan corrupto y sangriento, y que no reconoció a España hasta la muerte de Franco. De principales responsables de los robos a España y los españoles se tilda a Prieto, Negrin, Azaña, Largo Caballero y otros izquierdistas republicanos.