La trágica muerte en Londres de un joven cuando intentaba evitar que unos terroristas apuñalasen a una mujer tuvo en vilo a la opinión publica la pasada semana. Las primeras versiones del suceso fueron confusas, ya que las autoridades inglesas tardaron en dar explicaciones, y eso llegó a propiciar informaciones periodísticas sobre la posibilidad de que el fallecimiento de Ignacio Echeverría pudiera deberse a disparos de la propia policía al intentar abatir a los asaltantes. Una especie que se vio abonada por la inminencia de unas elecciones generales en el Reino Unido en las que fue objeto de apasionado debate la disminución de la plantilla policial durante los siete años de mandato de la señora May en la cartera de Interior. Como consecuencia de todo ello, la tensión creció y hasta el ministro español de Asuntos Exteriores medió en la polémica al calificar de "inhumano" el trato dado a la familia del fallecido, que permanecía a la espera de una información precisa y de la autorización para identificar el cadáver. Afortunadamente, las presiones surtieron efecto, la causa de la muerte de Ignacio Echeverría se atribuyó por los forenses a una puñalada, y el cadáver fue entregado a la familia.

Se le ha dado a este joven tratamiento de héroe y el Gobierno le concedió la Gran Cruz del Mérito Civil a titulo póstumo. Y como somos exagerados en todo se ha convertido un gesto espontáneo de valor casi en una categoría de la raza. Así el académico Arturo Pérez Reverte, un nostálgico de los tiempos de capa y espada, aprovecha para cargar contra la "morisma asesina" y contra la ley de la memoria histórica (¿que tendrá que ver en todo esto?) a la que califica de "pestilente charca de bilis con la que una piara de resentidos intenta borrar sus crímenes, derrotas y complejos". Un texto que entusiasmaría a José María Carretero Morillo, más conocido por El Caballero Audaz, aquel escritor sicalíptico y destacado miembro de la "Quinta Columna" franquista en el Madrid republicano. Se puede elogiar, como se merece, el valor sin caer en la patriotería. El gran novelista portugués Eça de Queirós hizo un elogio del heroísmo español en una crónica escrita desde París a propósito de un atentado contra el general Martínez Campos en Barcelona (23-9-1893). Dice así: " España es hoy, dentro de Europa, la última nación heroica. Al menos la última donde los hombres públicamente y en los asuntos públicos, se comportan con la arrogancia, la bravura estridente, la magnifica imprudencia, la soberbia indiferencia por la vida, el desdén idealista hacia todos los intereses y la disposición al sacrificio que conforman, o se nos antoja que conforman, el tipo heroico; porque ni los diccionarios ni las psicologías se ponen de acuerdo sobre lo que es un héroe". Y ese es el quid de la cuestión, ¿qué es un héroe? Para los que tenemos unos ciertos años, los héroes que nos enseñaron (Alcázar de Toledo, cuartel de Simancas, Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, cuartel de la Montaña) eran todos muy de derechas o militares. Ahora empiezan a surgir héroes civiles. Menos mal.