Joseph Roth, el maravilloso escritor austriaco y judío que se convirtió al catolicismo, decía que los seres humanos, y muy especialmente los cristianos, debíamos "amar con los ojos abiertos", pero sin que el amor nos volviera ciegos.

No es un líder quien sabe hacer las cosas bien. Ni siquiera quien las hace. Incluso no lo es quien las hace al tiempo que testimonia su afán y su vocación de servir. El líder verdadero desafía a quienes lo rodean a dar un paso más, con la misma convicción, en la invitación, la confianza y la calidez. A un líder se le reconoce porque suscita liderazgos.

Un líder es quien no consiente que sus interlocutores escapen a la llamada del deber, o eludan sus responsabilidades, o ignoren toda la grandeza que encierran dentro de sí mismos.

Liderar equivale a entusiasmar y multiplicar el entusiasmo responsable. Empezando, como diría Robert Spaemann, por hacer de la vida lograda. El líder es un multiplicador de vida y de creación. Alguien que prefiere empezar a terminar.

Juan García Rodríguez