Eso decía el otro día un paisano en la peluquería, mientras le cortaban el pelo: "Las leyes están para no cumplirse". Ante tal afirmación otro cliente le preguntó el porqué de aquella aseveración, a loque respondió: "porque lo dicen los periódicos". Si antes de oír tal respuesta, nos asaltaban las dudas, después de escuchar tal contestaciónlos allí asistentes nos quedamos aún más perplejos. Yo, al menos, no tenía idea de lo que había querido decir, ya que de mi cotidiana lectura de varios periódicos no podía deducir ninguna encomienda de ese tipo.

Llegados a este punto, nadie hizo ni un mínimoesfuerzo por intentar aclarar el entuerto. Pero algo debió influir en el grupo de parroquianos, ya que se hizo un profundo silencio que no se vio interrumpido hasta pasados unos cuantos minutos.

De camino a casa, no pude por menos de ir dándole vueltas al asunto, buscando algún tipo de relación entre las leyes y los periódicos, entre los incumplimientos y las peluquerías, sin que consiguiera dar con el quid de la cuestión. Pero resultó en vano, seve que aquel no era mi día, que no tenía la mente lo suficientemente despierta para desencriptar mensajes, al menos de ese tipo.

Agotado por la calima que caía desesperadamente sobre el asfalto callejero llegué a casa roto y me dejé caer, como un saco, sobre el sillón que suelo utilizar para la lectura, justo al lado del cestillo de los periódicos. Una vez recuperado, y reconfortado por un gratificante tinto de veranose me ocurrió la idea de coger un periódico al azar,cosa que hice minutos más tarde: un periódico cualquiera,de cualquier día, de cualquier ideología, para ser abierto por cualquier página.

Resultó ser una de las páginas de "nacional", y entre sus titulares, en lugar destacado, podía leerse "haremos un referéndum para la independencia,se oponga o no, y diga lo que diga el Tribunal Constitucional". Unas líneasmás abajo otra noticia decía que el Gobierno central avalaba y defendía al ministro que había sacado una ley declaradainconstitucional por el propio alto tribunal,que había permitido que algo más de treinta mil defraudadoreshubieran podido blanquear sus dineros, viéndosepremiados con una amnistía fiscal que les había permitidoliquidar su deuda conel fisco despachándola con un tres por ciento, que podría haber ascendido hasta el cuarenta de haberseresuelto sus casos como los de los demás ciudadanos. Entre los beneficiarios se encontraba un nutrido grupo de personajes muy conocidos, como Rodrigo Rato, Francisco Granados, Luis Bárcenas, Diego Torres, y todo un ramillete de personajes que habían venido ocupando lugares destacados en la prensa, y no precisamente debido a sus ejemplares comportamientos.

De la primera noticia era protagonista el presidente de Catalunya y de la segunda el Gobierno de España. Ambas instituciones, Generalitat y Gobierno se ufanaban dehabersesaltado la ley de leyes o de estar preparados para hacerlo. Ni más ni menos parecían estar por encima dela Constitución Española, esa Ley que o bien ellos, o sus antepasados de partido negociaron y firmaron, en su día,jurándole amor eterno.

En ese momento entendí, con toda claridad, lo que había querido decir el paisano de la peluquería.Porque,a partir de este momento se habría podido abrir la veda de los incumplimientos. Bastaría con que cualquier españolito tratara de imitar a sus dirigentes, para que, sin apenas darse cuenta empezaran a no hacer caso delas leyes. Pude ver como algunos se saltaban los semáforos,otros no respetabanlos límites de velocidad, y los más no cumplían con sus obligaciones con Hacienda.

La conclusión que pude sacar es que resulta arriesgadoir a la peluquería, porque, en cualquier momento, bien sea de manera directa o indirecta, puedes llegar a enterarte de algún hecho que llega a alterar tus esquemas, que te hace cavilar, que te incita a aprender a leer y a interpretar lo que dicen o sugieren los periódicos.

Coincidiendo con la enésima vuelta sobre el colchón de la cama conseguí dormirme, no sin antes haber pensadosi aquello que estaba viviendo era cierto o se trataba de una simple pesadilla.