Es un genio. Es el mejor deportista de la historia. Tras ganar la décima, ya en propiedad, de Roland Garros, Rafael Nadal se ha coronado como rey de la tierra batida. Aniquiló a Wawrinka en la final y con la autoridad que le acredita, logró lo que ningún otro tenista consiguió en la era profesional: imponerse en diez ocasiones en un torneo del Grand Slam. Son quince los que atesora, uno más que Pete Sampras y a tres de Roger Federer. Magnífico Nadal. Humilde Nadal. Extraordinario Nadal. Emociona ver su emoción cuando suena el Himno Nacional y la bandera de España ondea en lo más alto del mástil.

La bandera de España a la que otros denostan, mientras unos cuantos pagados silban escondidos en el colectivo, porque individualmente la cosa cambia. Me quedo con este Nadal que es grande en lo deportivo y en lo humano. Que ejerce y va de español por las pistas de tenis, por el mundo y por la vida. Esta victoria le ha aupado al número dos del ranking. No me extrañaría que antes de que concluya la temporada lo veamos por tercera vez en su carrera aupado a lo más alto, al numberone.

Nadal es de los deportistas que nos hacen vibrar, que nos hacen sentir, que nos llenan de orgullo y nos dan constantes satisfacciones. Porque aún en los momentos bajos, en los momentos duros y difíciles, cuando las lesiones pasan factura, Rafa sigue siendo un grande de España. Sus números nunca fueron tan rotundos en París. Concluyó la competición sin ceder un set.

A los franceses no les queda otra que tragarse sus alevosas insinuaciones, las que dejaron en labios de aquellos monigotes que asomaban su desprecio por la pequeña pantalla, muertos de envidia ante el empuje del deporte español en tenis, en fútbol, en baloncesto, en motociclismo, en ciclismo. El despegue del deporte español se debe a deportistas humildes a la vez que grandes como Rafa Nadal. Esta final que nos ha regalado no pudo ser más intensa. Me chifla ver desplomarse de alegría a Nadal sobre esa arena que tan bien conoce, cuando concluye su hazaña con éxito.

Confieso que con respecto a Nadal se me acaban los adjetivos. Es dueño de los mejores que se le pueden dedicar tras ser testigos de un éxito detrás de otro. No es fácil hacer historia en el mundo del deporte. Nadal ha hecho historia, está en la historia por méritos propios. Agrandar la leyenda requiere esfuerzo y todo lo que el de Manacor pone en sus comparecencias deportivas, como el domingo en Francia. Ser el número 2, sólo superado por Andy Murray no ha sido fácil. Ha habido etapas en las que el tenista español lo ha pasado francamente mal. Pero las ha superado. Se ha superado a sí mismo y, por décima vez, el himno de España volvió a sonar, mientras un Nadal emocionado no podía ocultar sus sentimientos.

Los que entienden, dicen que rozó la perfección. Mi amigo Jesús Alvarez, la voz del deporte en el Telediario segunda edición de TVE, me dice que es grande, muy grande.Doce años después del primer título recién cumplidos los 19, el Nadal más implacable vuelve a escribir, con 31 años, a golpe de raqueta una de las más brillantes páginas de su historia deportiva.