La represión en el lenguaje de algunas partes del cuerpo humano nos ha llevado desde hace años a nombrarlas mediante sencillas alegorías literarias como la del título, que voy a seguir utilizando para que no haya malentendidos con los nuevos censores y censoras de la moral, escandalizadas por la exposición de la parte del cuerpo situada "donde la espalda pierde su casto nombre" en el cartel de la feria del libro.

Afortunadamente para la libertad de expresión y del ser humano, hace tiempo que se ha empezado a llamar las cosas por su nombre, y donde la espalda pierde su casto nombre se ha colado en la vida cotidiana en expresiones como éstas: "Ir de donde la espalda pierde su casto nombre", como dificultad o fracaso; "estar hasta donde la espalda pierde su casto nombre", hartazgo por cansancio; "ponerse hasta donde la espalda pierde su casto nombre", o hartazgo por comer o beber o meterse algo; "partirse donde la espalda pierde su casto nombre", reírse mucho; o finalmente las habituales "mandar a tomar por donde la espalda pierde su casto nombre", librarse de alguien, y "dar por donde la espalda pierde su casto nombre", que es fastidiar o perjudicar.

Ya en los dichos populares y refranes se llamó por su nombre al donde la espalda pierde su casto nombre, para representar sentimientos negativos -antes pecados- como la envidia: "Donde la espalda pierde su casto nombre veo, donde la espalda pierde su casto nombre quiero". O para promover el individualismo frente a la solidaridad: "El que quiera peces que se moje donde la espalda pierde su casto nombre".

Donde la espalda pierde su casto nombre, ha pasado a tener distintos significados en las actividades sociales. Se ha utilizado como reivindicación: "Con este gobierno, vamos de donde la espalda pierde su casto nombre". Como protesta: "Hacerse un calvo", perdón "y calva" (Ya la hemos liado que se nos pueden ofender calvos, calvas y feministas) Rectifico: "Hacerse un donde la espalda pierde su nombre".

Pero "no es eso, no es eso", como dijo Ortega y Gasset. Porque al final acabamos haciéndonos la picha un lío -que esto sí se puede decir al ser políticamente correcto porque no cosifica al hombre, siempre orgulloso de su cuerpo- y confundiendo "donde la espalda pierde su casto nombre con las témporas".

Que es lo que yo creo que ha sucedido con el cartel de la feria del libro.

Entiendo la alarma que causa para el feminismo cualquier imagen de mujer en la publicidad, porque ha sido utilizada muchas veces para denigrarla, para estereotiparla en un papel de inferioridad, y como reclamo machista para atraer al hombre.

Pero también debe alarmarnos de la misma manera que, sin entrar a ver si se produce esa utilización machista de la mujer, lo que escandalice de un cartel es exclusivamente la desnudez y, en concreto, donde la espalda pierde su casto nombre.

Porque precisamente la reivindicación de nuestro cuerpo, el poderlo enseñar cuando y donde queramos porque es nuestro, de las mujeres, es una constante del movimiento feminista desde siempre. Porque nuestro cuerpo libremente desnudo sigue siendo un elemento de reivindicación de las mujeres feministas contra el poder patriarcal que pretende imponernos sus normas.

Porque las mujeres no nos avergonzamos de nuestro cuerpo, incluido donde la espalda pierde su casto nombre. Y no nos vamos ni a autocensurar ni a dejarnos censurar por nadie.

¿Hubiera habido el mismo debate social y político si la mujer del cartel estuviera vestida, pese a que el traje es lo que puede revelar diferencias sociales de clase? ¿Y si hubiera estado tapada con un burka, se hubiera entendido que los libros, o sea la cultura, nos pone alas a hombres y mujeres?

Como se decía en un artículo reciente de este diario, parece que más que un debate feminista, lo que se ha hecho es una utilización de donde la espalda pierde su casto nombre para una disputa política.

Pero ocultar nuestro cuerpo de nuevo, no, gracias. Porque hasta los niños y niñas pequeñas se rebelan contra la censura: "pis, pedo, caca y... donde la espalda pierde su casto nombre" (¡Uf! Casi se me escapa la palabra autocensurada).