Peligrosa y desdichada táctica la que parece haber adoptado definitivamente el Gobierno de la nación ante los avances secesionistas en Cataluña, con fecha ya para el referéndum de la independencia, el domingo 1 de octubre, y con una pregunta que resulta bastante clara y rotunda. Pero el presidente del Ejecutivo y del PP, junto a los suyos, ha vuelto a esconder la cabeza bajo el ala, y hace como que desprecia la amenaza real que la convocatoria representa y que puede llegar a sus últimas consecuencias, como los líderes separatistas catalanas afirman estar dispuestos a demostrar. Para Rajoy, siempre lo mismo, todo eso no son más que bravatas y palabras, no son hechos, por lo cual mientras estos no se produzcan y pasen a convertirse en realidad, el Gobierno no moverá ficha, se sobreentiende que judicial porque con Rajoy es difícil entender otra cosa. Se limita a encogerse de hombros y esperar, despreciando la situación y sus protagonistas, pese a que debiera saber bien que en la política, como en la guerra y como en el amor, no hay enemigo pequeño.

Me recuerda una vieja anécdota que se contaba en la tribuna del viejo estadio Zorrilla, de Valladolid, entre los periodistas que acudíamos al fútbol, referida a un veterano cronista deportivo de escaso o ningún prestigio, cuyos críticos no solo eran sus lectores sino los propios compañeros de la información. Se comentaba de todo: que si era un vendido, que si no sabia una palabra de fútbol, que apenas se entendía lo que escribía? Al parecer, alguien le fue con el cuento, a lo que hombre se limitó a decir : "A mí, mientras no me falten?". Lo que pasa es que los independentistas catalanes están faltando a España y a los españoles, incluso a esa gran mayoría que sabe que todo va a quedar en nada, que no se trata más que de fuegos de artificio, de una absurda huida hacia adelante al ver quemadas y agotadas sus carreras políticas y las de sus partidos. Puede que en el fondo, y al final, sea Rajoy, el hombre tranquilo, el que acierte dándoles cuerda para que se ahorquen. Pero también puede que no, y que cuando se quiera dar cuenta se encuentre en el medio del camino con una republiquita de Cataluña, autoproclamada, y a ver que hace entonces, si al fin se decide o no a echar mano de la Constitución, del articulo 155, que le permite revertir la situación suspendiendo la autonomía.

No se arredran los separatistas que siguen asegurando que esa es su hoja de ruta si el referendo, como esperan, da luz verde a la independencia. El Gobierno, y después ha vuelto a repetirlo, ya anunció hace poco que nunca lo permitiría, lo que provoca ahora que su silencio despectivo sea más ininteligible y demuestre que algo falla. ¿Que hará Rajoy, mandará a Cataluña a la Guardia Civil o al Ejército para quitar las urnas y sellar los colegios?, mantienen el desafío los líderes de la secesión. A lo mejor tiene que acabar haciéndolo. Pero los españoles cada vez comprenden menos la postura timorata de Rajoy que dura ya demasiados años. Con esto pasa lo que con la corrupción que asola su partido: tendría que haberlo cortado de raíz hace mucho tiempo, y no haber optado por la cobardona política del avestruz.