S erán galgos o podencos, tirios o troyanos. Gato negro o gato blanco, lo importante es que cace ratones. Solo nos faltaba que Junta de Castilla y León y Diputación perdieran el tiempo (no el suyo sino el nuestro, el de los ciudadanos de esta provincia) en discutir y discrepar sobre cuál de los procedimientos técnicos para hacer llegar Internet a nuestros pueblos es el más adecuado.

No hay peores guerras que las civiles, ni enfrentamientos más peligrosos por sus efectos colaterales que los no declarados oficialmente sino que permanecen larvados pero latentes por protagonismos, filias y fobias personales y otras miserias de andar por casa. Esta es la situación que nos toca vivir por mucho, o precisamente por ello, que el gobierno autonómico y el provincial estén en manos y bajo mayoría absoluta de las mismas siglas. Viviremos más frentes en los dos años que restan de mandato político en sendos ámbitos y será la provincia en general la que padezca las consecuencias si no hay un ejercicio de lealtad, responsabilidad y altura de miras.

La cuestión del Internet rural, con el que llevamos vergonzosamente a vueltas desde hace demasiados años no se debe a un problema técnico. Son varias las tecnologías que permiten el despliegue de la conectividad, todas ellas válidas no solo para que llegue la señal, sino para que llegue en condiciones de velocidad, ancho de banda y calidad de continuidad y seguridad equiparables a las de cualquier núcleo urbano. Nadie podrá decir que existe impedimento técnico insalvable para llegar a ninguno de los quinientos núcleos de población de la provincia de Zamora o a puntos diseminados de residencia.

No es impedimento técnico sino simple y llanamente decisión presupuestaria. Elección entre las prioridades que atender, y para esto, acercándonos al final de la segunda década del siglo XXI, tan importante como tener una carretera en condiciones decentes es tener resuelta la conectividad digital. No digamos de su importancia relativa frente a otros gastos ordinarios de las administraciones, centrados en áreas urbanas, a veces superfluos, a veces reiterativos, como el caro mantenimiento de un teatro donde ya existe otro que funciona ejemplarmente hace años.

Hoy Internet es la vía primordial -única a veces- para la recepción de servicios por el ciudadano rural en condiciones de igualdad, para la formación y comunicación de los más jóvenes, la cualificación profesional permanente de los trabajadores en cualquier actividad, la mejora de las explotaciones ganaderas y agrícolas, la apertura de nuevas posibilidades de comercialización de los productos del campo o producidos en las áreas rurales, la interacción con ciudadanos de otras zonas rurales en España o cualquier parte del mundo.

En definitiva, Internet es la clave fundamental para ese término tan de moda, "la competitividad" rural, para revertir el cáncer de la despoblación, el envejecimiento y la muerte de unos pueblos que no es que sea necesario mantener sino imprescindible reinventar. Peléense por sus cargos internos pero no a costa del presente y futuro de la provincia. No hablamos de cientos de millones. Esto es lo más sangrante. Hablamos de una inversión irrelevante si atendemos al presupuesto manejado por cualquiera de las administraciones provincial, autonómica o estatal. Exijámoslo.