Eso de ser eurodiputado es un chollo. Los que están en el ajo lo saben y permanecen lo más calladitos posible no vaya a ser que la atención preferente de la ciudadanía recaiga sobre ellos y empiecen los dimes y diretes relacionados con el pastón que estos, los otros y los de más allá, le cuestan a Europa, es decir, al conjunto de los europeos. Quisiera saber el destino final de los fondos que otorga la Eurocámara para que estos eurodiputados y eurodiputadas se los gasten cada uno en su país de origen.

Parece ser que esa pasta gansa se invierte, o eso dicen, en el alquiler de oficinas y su mantenimiento. Los de la transparencia a ultranza, de Europa no dicen ni pío. Hasta donde yo sé, Partido Popular, Psoe y Ciudadanos, en total 31 eurodiputados, manejan 1,6 millones de euros por ese concepto, mientras que el gasto total de los 54 parlamentarios españoles asciende a 2,8 millones al año. Tengo para mí que a esta gente, a las que los votos colocan en puestos de salida, gastan dinero en exceso que no sale de su bolsillo sino del bolsillo común. Los del común denominador empezamos a estar hartos y más que hartos.

No me quiero meter en cifras, en dietas, en gastos para la actividad de los eurodiputados, alquileres de locales, compras de equipos informáticos, facturas de luz, teléfono y demás fruslerías, porque los ojos me hacen chiribitas. No me extraña que luego no haya para investigación, para educación, para asuntos sociales, para todo lo que en verdad el ciudadano demanda y la administración no se lo da. Ni la de aquí ni la de allí. Me río yo de los que llaman a la Eurocámara el cementerio de elefantes. Yo quisiera ser uno de esos proboscídeos y gozar de lo que gozan ellos, en aviones, en hoteles, en restaurantes, en el día a día allí y aquí. Yo no digo que no trabajen, yo digo que están muy bien pagados, excesivamente bien pagados. Por eso hay bofetadas para el ejercicio de la política.

Volviendo a la Europa de los eurodiputados, una investigación realizada por periodistas de los 28 países miembros de la UE puso de manifiesto la opacidad de ese gasto público que se eleva a 40 millones de euros al año. Madre mía lo que eso daba para la investigación del cáncer, de las isquemias cerebrales, de las enfermedades raras, de la esclerosis múltiple, de la Ela, de la fibromialgia y de tantos síndromes habidos y por haber. El despilfarro no es solo cosa de España. Individual y colectivamente es cosa de todos y cada uno de los países de la Unión.

Esta gente tiene que empezar a funcionar a partir de otros planteamientos. Fundamentalmente tiene que dar apoyo a la sociedad en sus necesidades más perentorias. Tenemos que verlos como iguales, no como esos entes abstractos que muy de vez en cuando visitan algún plató de televisión en España o dan una rueda de prensa por este o aquel motivo. La idea que cada vez más españoles tenemos de nuestros políticos está muy alejada de los actuales. Me refiero a todo el arco político, porque los que han llegado de nuevas tampoco han aportado nada al respecto. Se les llena la boca de militantes, de simpatizantes, de pueblo, de sociedad, de transparencia, pero ellos al bollo y los demás al hoyo de nuestras miserias.

No hay control en el gasto de los europarlamentarios. Eso es lo que quieren sus señorías.Los ejercicios de transparencia de los que se blasona en España, no sirven para el desempeño político en la UE.