Hoy celebramos la festividad de la Ascensión de Jesucristo. Esta fiesta nos revela que la plenitud solamente la alcanzamos al final y que es un don de Dios. Jesús compartió con el hombre, con cada uno de nosotros, la vida en su totalidad, y nos proyectó hacia una vida eterna. Resucitado Jesús, todos resucitaremos con Él. Ascendiendo al cielo, se adelanta a cada uno de nosotros y nos avisa: nos encontraremos en la casa común del Padre.

El evangelio de este domingo nos cuenta la última aparición de Jesús resucitado a los once en Galilea. El Señor se va victorioso y los discípulos son testigos. Fue un momento de inusitada fuerza emotiva. Era la despedida, y toda despedida suscita en los amigos encontradas emociones. Pero Jesús había venido a cumplir una misión que el Padre le había encomendado. Y ahora tenía que volver al Padre.

"Al verlo, algunos vacilaban". Todavía surgen dudas en los discípulos, la duda se hace presente en el caminar, en el seguimiento del Señor. Es verdad que algunas veces seguimos vacilando, pero no es menos verdad que miles de hermanos y hermanas siguen dando sus vidas y su sangre por ese mismo Señor que dijo adiós a los hombres. Es verdad que ni en Galilea ni en Jerusalén se fiaron del todo. En la historia, Jesús fue siempre y será un motivo de contradicción. Pero es el centro de nuestra fe y esperanza: Él ya nos espera con el Padre. ¡Allí nos veremos!

La tarea continúa, el creyente sabe que tiene que anunciar, ser testigo de Jesús para poder así hacer discípulos, comunicar la Buena Nueva de Jesús a todos los pueblos, llevar el amor y la misericordia de Dios a todos los rincones del mundo. Ésta es la tarea del discípulo mientras espera el momento de encontrarse definitivamente con el Señor.

"Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos". Con esta promesa, la Ascensión se convierte en una ausencia física pero en una presencia real permanente. Nuestros ojos no podrán contemplar ya a Jesús, pero sí nuestra intuición, que podrá comprobar que Cristo resucitado sigue actuando en medio de nosotros.

La Ascensión es un mensaje de esperanza y de justicia. Esperanza porque Jesús nos abre el horizonte de la vida eterna, de la plenitud. De justicia, porque al final los pobres y bienaventurados tendrán razón.