No todo en las redes sociales es malo, no todo es negativo. Hay críticas constructivas y otras demoledoras sin otra base que la inquina personal, el odio por cuestión de ideas o de fe, el resentimiento por una cuestión de envidia personal o profesional y la animadversión por cualquier cosa, porque esta "tía" o este "tío" me caen mal y punto. Todos sufrimos ataques, algunos sin ton ni son. Si llueve porque me mojo, si hace sol porque me seco. Si digo "so" porque detengo y si digo "arre" porque pongo en marcha. Un drama la mar de divertido porque, francamente, a los atacados se la o quizá debo decir, nos la refanfinfla.

Parece ser que María Teresa Campos ha sido ingresada por una isquemia cerebral en la Fundación Jiménez Díaz. María Teresa es una profesional de dilatada y fecunda trayectoria, una mujer muy conocida en España que a unos cae bien y a otros rematadamente mal. Quizá, es verdad, María Teresa se haya equivocado, aireando su vida en los "realitys" protagonizados junto a sus hijas, y ese amor de pacotilla que vive con el nada gracioso Edmundo "Bigote" Arrocet, pero no por eso hay que burlarse de lo que le ha sucedido y poco menos que desearle la muerte.

Es difícil acostumbrarse a que por querer ser torero se "mate" a un chavalito al que ya se llevó la parca. No es de recibo que por estar trabajando a los setenta y muchos años, siempre que se tengan fuerzas y facultades, se arremeta despiadadamente con la persona. En Estados Unidos, en el Reino Unido, en países "más civilizados", los comunicadores mayores, son los que mandan, son los reyes del cotarro audiovisual. Y mientras puedan están al pie del cañón impartiendo magisterio.

La vesania con que se han empleados algunas personas que, como siempre, se esconden en el anonimato, da miedo. No lo digo yo, ha sido el comentario unánime de mucha gente aterrada por lo que ha leído o ha escuchado. Las redes no pueden ser una guarida, una madriguera en la que se escondan los cobardes. Pocos de los que dicen y escriben esas barbaridades lo harían dando la cara, firmando con su nombre y apellidos, exponiéndose como se exponen los que viven cara al público haciendo espacios de entretenimiento, escribiendo o realizando un programa de radio.

No van a ganar los que así se emplean. No se van a salir con la suya. Afortunadamente, los españoles no son tontos y empiezan a rectificar, a retirar su apoyo a esos energúmenos y energúmenas que se emplean a fondo escupiendo su odio, su antipatía, su envidia, su hostilidad y su animosidad, con el primero que pillan. Tampoco los políticos debieran dejarse influir por esta corriente que a lo mejor va a más, pero que no conduce a otra cosa que no sea el fomento del odio. Y eso debiera estar castigado por la ley.