Esta semana he participado en dos proyectos relacionados con el mundo rural: "Provincia creativa" y "Provincia universitaria". Ambos están impulsados, apoyados y financiados por la Diputación de Salamanca y la Universidad de Salamanca, donde trabajo. La filosofía de las dos iniciativas es idéntica: dinamizar los pueblos de la provincia salmantina a través de iniciativas culturales, impulsadas por profesores universitarios que quieren compartir conocimientos, lecciones, experiencias y aprendizajes con los residentes de unos territorios que, en muchas ocasiones, no tienen la posibilidad de acceder a eventos culturales que sí pueden encontrarse en las zonas urbanas. En mi caso, colaboro con varios compañeros de la Facultad de Ciencias Sociales en una propuesta muy ambiciosa de dinamización cultural en las localidades de Villarino de los Aires, Monleras y Fuenterroble de Salvatierra. Y además, impartiré un taller sobre "Imágenes y recuerdos del medio rural en las personas mayores" en Juzbado, La Tala, San Pedro de Rozados y Zorita de la Frontera.

Que traiga este asunto a colación tiene una intención provocadora: me gustaría que la Diputación de Zamora y la Universidad de Salamanca pudieran firmar un acuerdo similar para que en esta provincia se pongan en marcha ambas iniciativas, de las que los beneficiados van a ser los residentes de nuestros pueblos. Me consta que el presupuesto es ridículo, si se compara con las partidas económicas que se destinan a otros proyectos o a la gestión de iniciativas, en muchos casos, de dudoso impacto social o cultural. Con la experiencia acumulada en la provincia de Salamanca durante las dos ediciones de ambos proyectos, creo que los resultados son muy provechosos. No solo se habla de los pueblos mientras se desarrollan las actividades programadas, sino que se acerca la realidad del mundo rural a la Universidad y esta aterriza en los pueblos. Por tanto, se produce una colaboración muy provechosa, con unos impactos inmediatos en todos los sentidos: todos aprendemos de todos y, por consiguiente, nos enriquecemos con las experiencias que cada cual ha ido acumulando.

Que sea un forofo de ambas iniciativas tiene dos explicaciones: por un lado, porque soy más de pueblo que las amapolas y cualquier iniciativa de desarrollo que se ponga en marcha en el mundo rural debe apoyarse con todas las energías; y, por otro lado, porque con este tipo de proyectos se demuestra que es muy provechoso que la Universidad se mire mucho menos el ombligo y aterrice allí donde se le demanda o necesita. Y si no llegan solicitudes de colaboración con otras instituciones, asociaciones, ayuntamientos, etc., se buscan y se promueven. Creo que este es uno de los caminos que la institución universitaria aún tiene que recorrer con mucho más ímpetu. Porque de los universitarios se esperan muchas cosas: que impartan docencia, que investiguen, que publiquen, etc. Pero también deben implicarse y colaborar muy activamente con la sociedad civil, estando muy atentos a sus necesidades y demandas. Al fin y al cabo, la Universidad es una institución que solo tiene sentido si se abre a la sociedad, a la que debe servir con todas sus fuerzas y energías.