Hace unos días saltaba a la prensa la siguiente noticia: "Al menos 126 personas, entre ellos 68 niños, han muerto y decenas más resultaron heridas tras la explosión de un vehículo cargado con explosivos a las afueras de Alepo. Ocurrió durante la evacuación pactada de miles de civiles y combatientes de ambos bandos de la Guerra de Siria. En las imágenes que han dado la vuelta al mundo aparece el reportero gráfico sirio Abd Alkader ayudando a un niño herido y llorando poco después junto al cadáver de otro".

Este reportero se encontraba repartiendo comida cuando ocurrió la explosión. Mientras registraba lo ocurrido con su cámara, el reportero sirio encontró a un niño que necesitaba ayuda y dejó de tomar instantáneas: "No hay palabras para describir lo ocurrido. Comprobé que el niño respiraba, lo agarré en mis brazos y corrí hacia una ambulancia. No sé qué fue del niño, salvo que la ambulancia lo llevó a un hospital situado en la zona rebelde".

Las imágenes son impactantes al ver a un "hombrón" derrumbado, de rodillas, llorando amargamente ante tanta tragedia. Una de las cosas que me llamó la atención fue cómo este reportero aparcó su cámara, su modo de vida y de trabajo, para atender a ese niño y cómo se derrumbó, llorando, al comprobar la muerte de otros muchos niños. Cómo simpatizó, en el sentido etimológico de la palabra, su corazón de ser humano con la terrible tragedia que se estaba viviendo en ese momento, en especial con la de los niños, olvidando su oficio.

No sé nada de su religión o sus creencias, pero me ha impactado que tuviera muy claro qué era lo que tenía que hacer como ser humano en ese momento: la vida de los niños por encima de todo, que conecta con lo que dice Jesús en el Evangelio, "cuanto hicisteis por uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis". "Lo que mis colegas y yo hemos hecho hoy es tratar de inspirar humanidad a los que mataron a esos niños", afirmó Abd Alkader.

Generalmente en la vida vamos a lo nuestro y lo hacemos tan enfilados que no nos enteramos, o no queremos enterarnos, de las necesidades que tiene la gente que nos rodea y no somos capaces de "aparcar las cámaras" de nuestras cosas para dedicar algo de tiempo a los demás.

Comenzamos el mes de mayo, el mes que los católicos dedicamos a honrar a María, la que en Caná de Galilea "aparcó su comodidad en la fiesta de bodas" y se preocupó por aquellos novios a los que se les había acabado el vino.