La interacción entre hombre y lobo es un conflicto eterno porque detrás están en juego intereses humanos enfrentados. El animal despierta pasiones y rencores casi a partes iguales, no hay término medio aunque ello fuera lo correcto y justo. Para los dos extremos hay argumentos que sustentan sus tesis: los ganaderos víctimas de los ataques del cánido salvaje no pueden quedar indefensos frente a su medio de vida que es, también, el futuro de la Zamora rural. Por otro lado, naturalistas y proteccionistas defienden al animal como emblema de la biodiversidad, y eso es cierto.

Los cazadores lo aprecian como objeto cinegético y al grupo de defensores y detractores del lobo se suman ahora los gestores turísticos porque ven en él fuente de negocio y objeto que puede activar la economía de zonas muy aisladas como la Sierra de la Culebra zamorana, principal reserva de la especie en la provincia. En medio del conflicto, la Administración, o sea quien tiene que velar por los intereses de la colectividad y poner cordura en el conflicto.

Existe un interés objetivo por conocer al lobo en su hábitat, como lo prueba las 45.000 personas que en año y medio han pasado por el centro de Robledo de Sanabria donde esta misma semana se ha celebrado el congreso internacional sobre la gestión y conservación del lobo en Norteamérica y Europa. Un foro que concluye sin respuestas definitivas y que, en resumen, incide en que la solución tiene que buscar, forzosamente el equilibrio entre la supervivencia del cánido que rentabilizan los gestores turísticos y los cazadores, sin menoscabo de la actividad ganadera.

La Junta de Castilla y León cuenta con un plan de gestión y conservación del lobo, que incluye medidas para mantener la especie, salvaguardando los intereses económicos y potenciando los estudios de investigación. En la zona noroeste de la provincia, la coexistencia de la ganadería con el lobo se mantiene desde siempre. Eso hace que las explotaciones estén preparadas y que el cánido se alimente básicamente con presas silvestres. No ocurre igual al sur del Duero. La Administración regional está trabajando para que se modifique la directiva comunitaria. La caza del lobo presenta muchas dificultades. Por eso es muy difícil cumplir los cupos de sacrificio asignados. Nunca se han sobrepasado el 60% de las asignaciones.

El reto está en lograr que la ganadería extensiva sea una actividad profesional rentable y valorada socialmente. Y, asimismo, hay que conseguir que el lobo sea aceptado por todos como un indicador de la calidad ambiental de Zamora, ejemplo de diversidad y un yacimiento turístico de gran importancia.

En el congreso de Robledo se ha resaltado la gestión que del lobo se ha hecho en la provincia, que ha propiciado un crecimiento sostenido de la especie cuyo censo en la actualidad supera los 500 ejemplares, según algunos estudios. Y los principales expertos han señalado este hecho como un indicador de conservación de la biodiversidad.

Pero las protestas de los ganaderos continúan: defienden la supervivencia de su medio de vida y, por tanto, demandan garantías para poder seguir ejerciendo su actividad. Exigen a la Administración pagos rápidos y justos de los daños, limitando la burocracia, sistema que ha mejorado mucho en los últimos años, hasta llegar a los 17 días actuales en el abono de las indemnizaciones. Los cazadores, por su parte, piden que se abra su campo de acción al sur del Duero, donde los ataques son más dañinos, porque las ganaderías están más desprotegidas y presionan a la Administración regional para que exija a la Comisión Europea una revisión de la normativa que cambie la protección del animal por debajo del Duero y lo considere especie cinegética, extremo que no se ha conseguido ante la negativa de la UE.

El sector turístico defiende que el lobo es un elemento dinamizador de las zonas rurales donde vive, muy poco desarrolladas y marcadas por una despoblación que nadie es capaz de parar. El potencial turístico de la especie es enorme y algunos expertos estiman que podría superar los 7 millones de euros al año. Naturalistas y proteccionistas estiman que el animal salvaje es una oportunidad para el desarrollo endógeno de la provincia. Y consideran que el conflicto se minimizaría si los ganaderos contaran con medidas de prevención como vallados y perros adecuados.

La Junta tiene que ser consciente de su función de árbitro y el nuevo plan de gestión y conservación debe ser el mecanismo que ayude a conseguir la paz entre las partes implicadas. La Administración no puede ser cicatera a la hora de abonar las indemnizaciones por daños y tiene que tener en cuenta el lucro cesante y también los daños colaterales. Asimismo, es necesario revisar los criterios a la hora de determinar los ejemplares que cubren el cupo cinegético, puesto que tampoco faltan otros expertos que, en otros foros, han cuestionado la designación de los machos dominantes como objeto codiciado de caza, frente a individuos más viejos o enfermos. Así explican determinados comportamientos de las manadas que atacan al ganado mientras, paradójicamente, aumenta la fauna silvestre en las zonas despobladas por el hombre, pero donde todavía subsisten los ganaderos.

Son muchas las consideraciones de ese nuevo plan que debe primar el mencionado equilibrio, difícil, sí, pero tan imprescindible como lo son la actividad del sector primario y la biodiversidad que sustenta el turismo ecológico en la provincia. Dos caras de la misma moneda que podrían resumirse en que Zamora necesita al lobo tanto como el lobo necesita a Zamora.