Nunca tuve el privilegio -ni la valentía- de vivir el ascenso a la montaña por esas rutas imposibles que retan a los montañeros. Difícil entender, por tanto, buena parte del poder magnético con el que ya no solo la cumbre sino la escarpada pendiente atraen a quienes una y otra vez, luchando contra ella, consiguen vencerse a sí mismos para ir haciéndose más grandes como personas.

Es el de la escalada, sin embargo, uno de los deportes de riesgo cuyas motivaciones mejor creo comprender en mi fuero interno. Ya en el pasado tuve ocasión de escribir en este mismo espacio, dos columnas sobre la montaña y sus héroes (3 de agosto de 2008 "Saludar a Dios", después de que ese titán que es Martín Ramos venciera una vez más a la montaña y 19 de agosto de 2009 "Sobre héroes y tumbas", tras el tributo que la montaña se tomó en la vida de Óscar Pérez), como la cara y la cruz de esa eterna moneda en la que por un lado se representan el brillo del triunfo y la luz de la vida con mayúsculas y por el otro el sellado de los párpados con la oscuridad del pago a Caronte para el paso de la laguna Estigia.

Quizás el montañismo sea en deporte la mejor metáfora de esta vida que de vez en cuando se pone tan cuesta arriba que es imposible seguir avanzando si no es despojándose de miedos y cobardías. Si no se afrontan los obstáculos con serenidad. Si no se esquivan las trampas del destino con inteligencia y valor. Dejó dicho Cicerón que cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria y escribió Carlyle que siempre hay un lugar en las cumbres para el hombre valiente y que se esfuerza.

Esta semana tres héroes de la verdadera libertad, esa que solo se siente alejándose del suelo y ascendiendo hacia el cielo, han cambiado el blanco manto de nieve por el negro velo del luto. Zamora entera se vistió de negro por Daniel, Rubén y Fernando. La muerte es esa parte de la vida que casi siempre llega a destiempo. Nunca es buen momento para ella y por eso siempre resulta injusta, dolorosamente incomprensible y a veces inabarcable en su componente de tragedia humana colectiva. Más injusta aún cuando afecta a niños o a jóvenes en los que la fuerza de la naturaleza está presente y se manifiesta plena de vitalidad. Eligieron buscar la libertad en la soledad de la montaña y encontraron la amistad y el compañerismo.

Un crespón negro luce ya por ellos en Zamora, otra metáfora más de la lucha de una provincia que tan necesitada está de corazones fuertes que batallen por vencer las dificultades, de voluntades férreas para enfrentarse a trabas y obstáculos, de soñadores capaces de unirse para encarar cualquier dificultad y conseguir retos imposibles. Rubén, Daniel y Fernando, sus familias, amigos y compañeros, se merecen el homenaje y agradecido respeto de una sociedad a la que su ejemplo, ojalá, guíe en la ascensión por la escarpada ladera de la historia.

www.angel-macias.blogspot.com