No ha habido sorpresas en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, con unos resultados que sobre poco más o menos han confirmado las expectativas previstas no solo por los sondeos, sino por el ambiente que hace tiempo se viene respirando en el vecino país, tras sucesivos y fracasados Gobiernos de izquierda y derecha. La sorpresa no ha sido el triunfo de Macron con su partido centrista, fundado hace un año, sino el mismo Macron y su fulgurante carrera política.

Es una lección francesa para el electorado español que pese a ser castigado durante décadas por el bipartidismo PP-PSOE fue incapaz de producir el cambio que se esperaba y necesitaba, lo contrario que ha hecho Francia ciñéndose a esta tercera vía, que en la segunda vuelta, el primer domingo de mayo, completará presumiblemente su gran triunfo, más emocional que racional si se quiere; más una solución drástica ante el avance de la ultraderecha de Marine Le Pen que una solución definitiva a los problemas que arrastra el vecino país; más, en fin, la elección de una variante de lo ya conocido, que mezcla la izquierda y la derecha, que el radicalismo de la pujante ultraderecha, que queda orillado por el habitual pragmatismo de los franceses, aunque sea por muy poco, ya que la diferencia entre En Marcha, el partido de Macron, y el Frente Nacional de Le Pen, el segundo más votado, ha sido mínima, aunque se ampliará en la segunda ronda ya que republicanos y socialistas, derrotados, apoyarán al nuevo centro.

Un partido, el de Macron, recién creado, hace un año, y construido a base de voluntad e ideas firmes. Las iniciales de En Marcha, EM, son las de su fundador: Emmanuelle Macron. Cuenta con ser un centro definido, no como ocurrió desde el principio en España con Ciudadanos y sus vaivenes constantes, tan pronto a un lado como a otro, tan pronto al lado de Sánchez como al de Rajoy. Macron pregona un centroizquierda clásico en lo ideológico y político, apegado a la linea socialdemócrata, pero muy liberal en lo económico. Una contradicción para sus adversarios, pero que puede ser justo lo que las sociedades de ahora mas precisan y demandan, y desde luego los franceses así parecen haberlo entendido. Y además, resulta que Macron, que será, con 40 años, el presidente más joven de Francia, es según cuentan un tipo que inspira confianza, dotado de gran personalidad y altamente carismático -está casado con una mujer que tiene 24 años más y que fue su profesora- además de curtido profesional tanto en la empresa privada como en el ámbito político, pues ha sido ministro de Economía de Hollande, como independiente. Hay pues grandes diferencias con el pretendido centro español de Rivera, un partido a menos.

En España no hubo alternativa seria, una vez que Podemos enseñó sus cartas, que metieron no miedo sino pánico a los españoles, y C's, perdida la credibilidad, ya no contaba. Y el PP fue de nuevo la opción menos mala pese a estar enfangado en el espeso lodo de la corrupción. El PSOE, sumido en luchas internas, no era nada. Los franceses, sin embargo, han sabido encontrar una salida esperanzadora al vacío propiciado por el fracaso de los partidos tradicionales, y han hecho el cambio.