Tuve la satisfacción de estar presente, como presidente de la Comunidad de Castilla y León, en la firma por Felipe González como presidente de España, del Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE), el 12 de junio de 1985, en el Salón de Columnas del Palacio Real. Contrastar esos acontecimientos tan trascendentes de la construcción europea, con la salida de un importante país como lo es el Reino Unido. Y es que las puertas de la Unión solo se han abierto para el ingreso de nuevos países.

El proceso de construcción de la Unión Europa se puede, y se debe analizar desde diversas perspectivas: a partir de la historia, de la cultura, la economía y otros muchos aspectos. También de las guerras y los conflictos, con independencia de los problemas que cada uno de los estados tienen en sus sociedades. Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo y analizando sobre las consecuencias económicas que tendrá esta ruptura de la Gran Bretaña con la Unión Europea.

En estos momentos me interesa valorar lo que ha representado y simboliza en los últimos 60 años la UE para la paz y libertad en el mundo. Hay que reconocer que hoy Europa representa una incuestionable estabilidad en medio de los problemas que azotan al planeta. A pesar de los errores, sus fundadores, si vivieran, estarían orgullosos del camino recorrido; aunque nosotros, los actuales europeos, deberíamos estar preocupados ante algunos alejamientos erráticos del funcionamiento de las instituciones comunitarias y de los propios Estados miembros.

No podemos olvidar que el proyecto europeo, en sus orígenes, fue un acuerdo entre seis países para comprar y vender carbón y acero. Hoy es un gigante de 28 estados (27+1) y más de 500 millones de habitantes, cuyos lazos sobrepasan la vertiente comercial. Me interesa destacar que, a diferencia de otros países en el mundo, en la Unión Europea no existe la pena de muerte y los viejos rencores de las guerras forman parte de un pasado que no está dispuestos a repetir. La movilidad de las personas está en el ADN de Europa y los europeos. Solo en el programa Erasmus han participado cuatro millones de jóvenes europeos. Y como dato anecdótico, pero muy significativo, un estudio de la Comisión, calcula que más de un millón de niños han nacido de parejas creadas durante el disfrute de la beca. Este hecho, tan significativo y simbólico en buena medida, garantiza la paz entre los europeos.

Y es que, a pesar de los conocidos y específicos problemas de los países miembros y de un importante repliegue de sus instituciones- que en los últimos tiempos no han estado a la altura deseada- Europa es democracia y paz; es libertad para trabajar, estudiar, viajar, pagar y cobrar con la misma moneda. Es un espacio de protección de derechos e intercambios que hay que salvaguardar del contagio del Brexit y los nacionalismos enredadores que lo que siembran son incertidumbre.

Se ha dicho, con razón, que la historia de la Unión Europea ha sido un éxito; de manera que si no existiera habría que crearla. A pesar de todas estas condiciones positivas, en estos momentos se produce una creciente preocupación general de los padres y abuelos sobre el futuro de sus hijos y nietos. Nuestros padres estaban preocupados por nosotros, sus hijos; hoy los padres estamos preocupados por nuestros hijos y nuestros nietos, dado el retroceso económico por la crisis y las políticas restrictivas y de recortes innecesarios que afectan a los más débiles.

Aun así, Europa ha sido y es en estos últimos años un espacio de Paz y Libertad, pero también tiene que ser un lugar de responsabilidad y solidaridad. Ya en 1940, el Primer ministro Winston Churchill, se adelantó a proyectar la Unión Anglo-Francesa, con aquella locución: "Desde ahora mismo, los británicos tendrán nacionalidad francesa, y los franceses la británica". No podemos olvidar que la razón de ser, entre otros objetivos, fue la "creación de la Unión Europea para impedir un nuevo y tercer conflicto en Europa y en el mundo". Probablemente, sin la UE habríamos vivido otra guerra. No podemos olvidar que la anterior Europa, a la salida de la guerra era un continente yermo, desmoralizado. Enfrentado por contiendas permanentes y dividido por fronteras y contornos. Después de los escombros de la Segunda Gran Guerra surgió la Europa que hoy conocemos

volvamos a la actitud del Reino Unido,- en relación a la solidaridad con la emigración de los asalariados y sobre todo los refugiados, no así, con los investigadores y técnicos que trabajan en la Cita - para atestiguar que no ha pertenecido a Schengen, espacio de libre circulación de ciudadanos y mercancías, y que significa uno de los grandes avances de la Unión desde el punto de vista del conocimiento, la solidaridad y el intercambio cultural y por supuesto económico.

Naturalmente el propio Donald Trump ha elogiado y aplaudido el Brexit, como demostración de que ni los nacionalismos y populismos solucionan los problemas, más bien los crean con la amenaza permanente del crecimiento de la extrema derecha. Que diferencia en los comportamientos con los tiempos en que acabada la Segunda Guerra, la mayor parte de Europa, incluida Gran Bretaña (no España), recibía la solidaridad de los EE.UU. a través del llamado Plan Marshall, que facilitó el rearme económico, industrial y social Cuando analizo los comportamientos , obviamente negativos, no me refiero a todos los británicos.

Ciertamente el artículo 50 del Tratado de Lisboa, contempla la posibilidad de que un Estado miembro decida voluntariamente abandonar la Unión Europea. Hay que decir, y yo estoy de acuerdo, que dicho artículo se formuló para no ser usado. Esperemos lo que va a pasar en los próximos dos o tres años. Un referéndum puede anular al anterior.

Mientras tanto, los británicos, no deberían seguir manifestando que Europa está muy aislada.